sábado, 24 de noviembre de 2018

ANIMALES FANTÁSTICOS: LOS CRÍMENES DE GRINDELWALD

Parecía claro que tras el impresionante éxito que supuso la saga de Harry Potter a Warner no le iba a hacer mucha gracia desprenderse de su gallina de los huevos de oro (más viendo que la franquicia comiquera de DC no termina de cuajar), así que era inevitable que tarde o temprano iban a regresar al mundo de magia creado por J.K. Rowling. 
Ello sucedió hace un par de años, cuando con la excusa del libro de estilo enciclopédico de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, que Rowling escribió (cediendo la supuesta autoría al mago Newt Scamander) con fines benéficos, se estrenó el primer capítulo de una nueva saga que suponía una especie de precuela para la historia de Harry Potter y en la que se exploraría la juventud de Dumbledore, Grindelwald, imagino que en un futuro Tom Marvolo Riddle (nombre real de Lord Voldemort), con el supuesto protagonismo de Scamander y sus amigos.
El problema principal de aquella película, demasiado cómica y falta de épica para mi gusto, fue que, ya sin novelas en las que inspirarse, decidieron contratar a la propia Rowling para escribir el guion. Existen muchas diferencias entre escribir una novela y escribir un guion, y no todos los autores son capaces de saber apreciar las sutiles diferencias entre ambos medios (que le pregunten, si no, a Stephen King). Animales fantásticos y dónde encontrarlos fue una película muy inferior a cualquiera de las pertenecientes a la saga de Harry Potter, pero recaudó mucho dinero, haciendo pensar que los “potterhead” tenían ganas de más historias del niño mago, pese al polémico u odiado epílogo de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte.
¿Puede funcionar una película de Star Wars sin los Skywalker? Rogue One padeció demostrar que sí (aunque con ciertos condicionantes). Han Solo pareció demostrar que no. En esa misma línea, podríamos decir que el mundo de Harry Potter sin Harry Potter no es el mismo, y Animales Fantásticos: los crímenes de Grindelwald es la prueba de ello.
Aunque Rowling se cansó en asegurar una y otra vez que esto no es una precuela de Harry Potter, sino otra historia ambientada en ese mismo universo, ya en esta película se ha tenido que recurrir a Hogwarts y a la famosa sintonía de John Williams para recurrir a la nostalgia, y ni por esas la película logra alcanzar aquello a lo que aspira.
Y es una lástima, porque a priori tenía mimbres para conseguirlo. No solo es más oscura y seria que su predecesora, sino que cuenta con un villano de empaque interpretado por un Johnny Deep que consigue una de las mejores interpretaciones de los últimos años (lo cual, cierto es, tampoco es muy difícil). Hay, además, ciertas lecturas políticas de fondo que animan un poco el cotarro, como ese discurso de Grindelwald que podría recordar un poco al de Donald Trump, asó como la valentía en insinuar con bastante claridad (dicen que en próximas entregas quedara definitivamente confirmado) la homosexualidad de Dumbledore. Y el aspecto visual del film, de nuevo con David Yates a los mandos (es su sexta incursión en los mundos de Rowling) es impecable, con una fotografía y una puesta en escena muy meritoria.
¿Qué es lo que fracasa, pues, en el film? Dejando aparte la ineptitud del insoportable Eddie Redmayne (posiblemente el peor actor de su generación), todos los males de la película recaen en el guion. Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald no solo es aburrida, sino que adolece de un ritmo adecuado, limitándose a llevar a sus personajes de un lado para otro sin que llegue a suceder nada relevante. Al final, todo se reduce a una larguísima presentación de personajes (y recordemos que este es ya el segundo capítulo de esta nueva saga), prometiendo que lo que está por llegar va a ser muy gordo (aunque tampoco tanto, al fin y al cabo ya sabemos dónde va a desembocar todo esto).
Por ello, la pregunta que uno debe hacerse al analizar esta película va más allá de sus propios valores cinematográficos y analizarla como una máquina (o el intento de ello) de hacer dinero. ¿Da para más el universo de Potter? En vista de lo que hay, parece que no, y no descarto que en la siguiente película se introduzca ya a Riddle para contarnos, al más puro estilo Anakin/Darth Vader o Erik Lehnsherr/Magneto, su reconversión en Lord Voldemort. Y no se extrañen si más pronto que tarde entran en escena también James y Lily Potter, los padres e Harry, y todo ello se reduzca a empalmar con la saga original.
Y por el camino, lo único que nos queda es soportar a un puñado de personajes no demasiado carismáticos, a la necesidad de recurrir a bichejos digitales que justifiquen la excusa del título y los toques que nos recuerden porqué, hace ya casi dos décadas, toda una generación se enamoró de las aventuras de un mago en edad escolar y sus dos mejores amigos.
Así que, por culpa de su propia creadora, la Rowling, esto es un compendio de la nada más absoluta, que agoniza a causa de su propio éxito, que al menos se presenta en forma de un bonito papel de regalo.

Valoración: Cinco sobre diez.

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