viernes, 30 de noviembre de 2018

COLETTE

Amparándose en un gran trabajo interpretativo de Keira Knightley (por otra parte, algo habitual en ella), Colette es la narración, algo convencional y carente de riesgo, de la vida de la escritora Sidonie-Gabrielle Colette, una de las autoras más importantes de la literatura francesa.
Wash Westmoreland es un director correcto aunque sin una personalidad demasiado marcada, como ya se vio en su último trabajo, Siempre Alice, donde de nuevo todo el peso de la película recaía sobre el trabajo de su protagonista, en esa ocasión la oscarizada Julianne Moore. En Colette, Westmoreland realiza un biopic al uso, muy propio de los dramas británicos de época, en el que quizá se da más importancia a la vida sentimental de la protagonista que a su propia obra.
El punto de partida es tan interesante como prolífico en el cine más reciente, donde el ponderamiento femenino se está convirtiendo en una causa a defender: una artista que, por el mero hecho de ser mujer, ve relegado su mérito en favor al de su marido, un impostor deseoso de la fama que su falta de talento no le puede otorgar. Algo de lo que se habla en la reciente La buena esposa con la apariencia de Glenn Close o Big Eyes, con Amy Adams, aunque también comparte ciertas similitudes con otras películas en las que se quiere destacar la presencia de la mujer en el mundo de la literatura (ahí están las agradables Su mejor historia o La sociedad literaria y el pastel de piel de patata). Por último, tiene ese toque siempre interesante de descubrir las interioridades del mundo editorial y de los propios escritores, como sucediera con El editor de librosPaterson o El autor. Sin embargo, Westmoreland desaprovecha estos tres elementos para insistir en exceso en la historia de un matrimonio infeliz debido al carácter libertino de él y al descubrimiento de la bisexualidad de ella.
Con todo, Colette es una agradable película que se ve con gusto y es fiel reflejo de la locura y los excesos del Paris de principios del siglo XX, aunque da la sensación de que se desaprovecha la ocasión de hablar más de la Colette escritora (de hecho, la película bien podría haberse titulado Claudine, ya que la saga que supuso sus comienzos literarios ocupa gran parte del interés del film) en lugar de hacer tanto hincapié en la Colette mujer, pues si bien las interioridades de su vida sentimental pudieron ser claves en su obra, la película lo refleja más como excusa para liberarse del yugo de un marido opresor y una sociedad machista que como cimientos a una larga carrera literaria, hasta el punto de que, quien no conozca a la autora, sabrá de su grandeza porque la película lo dice, no porque lo muestre, ya que en ese aspecto el gran protagonismo recae más en la figura de su esposo, “Willy”, que desde un punto de vista histórico no merecería una película por sí mismo.
De manera que, por un lado, oportunidad perdida. Por otro, una historia típica y tópica pero que se deja ver con corrección, si llegar a aburrir pese a su ritmo algo irregular, que tiene en Knightley y en Dominic West sus mejores armas y que, al menos, ponen en relevancia a una figura literaria que no todo el mundo conoce como debe. Menos es nada.

Valoración: Seis sobre diez.

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