Desde que las carreras
de Antonio Banderas y Javier Barden dieron el salto y se consolidaron en
Hollywood, el cine español se había quedado huérfano de un icono masculino que
lo represente, esa figura imprescindible que toda producción querría tener. Y
no es por falta de grandes actores, que para eso tenemos a monstruos como Luis
Tosar, Javier Cámara… pero nos faltaba esa estrella que tenga ese algo especial
que todos buscan. Pero en los últimos años un intérprete ha parecido resaltar
por encima de sus compañeros. Se trata de José Coronado, un gran actor que,
pese a haber participado en más de una treintena de films, parecía condenado a
ser conocido solo por la televisión (a excepción del gran éxito de público y
taquilla que supuso La Caja 507. No
fue hasta nueve años después que le llegaría la consagración de No habrá paz para los malvados, con la
que se quitó la etiqueta de galán ganada gracias, sobre todo, a Periodistas. Desde entonces, con el
beneplácito del público ha ido encadenando grandes papeles a la par que grandes
éxitos: El Cuerpo, Los últimos días y ahora Fill de Caín. Y la prueba más grande de
su ascensión en el panteón del cine es su participación en esta última
producción rodada en catalán y en la que él es el único personaje de habla
castellana, sin que ello tenga ninguna relevancia en el guion. Prueba
irrefutable de que los productores no iban a permitir dejar pasar la
oportunidad de trabajar con el madrileño.
En la película Coronado
interpreta a Carlos Albert, abogado de una importante multinacional felizmente
casado con Coral y con dos hijos: Nico y Diana. El problema está en su
complicada relación con el adolescente, un muchacho introvertido y siniestro
con el que apenas se habla y cuyo concepto del bien y el mal están claramente
entremezclados. Carlos pide ayuda a Julio Bertrán, un psicólogo infantil, el
cual intentará aprovechar la pasión de Nico por el ajedrez para tratar de
averiguar que traumas se ocultan en su mente.
Comienza así un
peligroso juego con el ajedrez como telón de fondo, en el que las claves se van
revelando con cuentagotas como si de un puzzle se tratase hasta llegar a una
terrible y dramática verdad. ¿O no? Y es que en Fill de Caín, que hereda de películas como El buen hijo o La Profecía la tradición de hijos inquietantes cargados
de mal rollo, nada es lo que parece.
Jesús Monllaó dirige
con mano firme un thriller repleto de suspense que mantiene en tensión durante
todo el metraje pese a que hay que reconocer que el último giro de guion se
intuye antes de lo necesario. Pero hasta eso se puede perdonar a cambio de la
atmosfera angustiante creada no solo por las miradas fijas y amenazadoras de
Nico (magnifico David Solans), sino por las dudas que se crean respecto a la
relación con su padre y los motivo ocultos que la justifican, el descubrimiento
de que Coral y Julio se conocían con anterioridad y la fascinante presencia de Laura
(Abril García), la campeona actual de España de ajedrez y que parece que puede
ablandar el cruel corazoncito de Nico.
Definitivamente, el
cine patrio de género está de enhorabuena.
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