Nos encontramos de nuevo
ante lo que yo suelo llamar el efecto crepúsculo, es decir, la adaptación de una novela para
adolescentes temática fantástica e historia de amor imposible por medio. Al
igual que los otros dos ejemplos más evidentes de este año (y lo que nos
espera): The Host y Memorias de un zombie adolescente,
también en esta ocasión se recurre a secundarios de lujo y probada calidad para
dar un poco más de empaque al asunto, mientras que los adolescentes elegidos
para aguantar el peso de la trama intuyen, a priori, algo más de carisma que
los sosonabos que componían el pasteloso triángulo amoroso de la aburrida saga
parida por Stephanie Meyer. Esto puede ser una buena noticia de cara al
visionado de la película que, no nos engañemos,
es lo que es y para quien es, así que si nos sentamos en la butaca del
cine (errr..., ejem..., habéis visto que he colocado el asterisco junto al
título, no? No me culpéis por ello, el
motivo es que esta obra maestra no sobrevivió a su primera semana en cartelera)
y nos despojamos de toda pretensión y prejuicio podemos esperar pasar al menos
un buen rato. Craso error. Tras un principio alentador con una correcta
presentación de personajes, una buena
ambientación tanto con respecto al pueblo como al entorno escolar y una primera
aparición interesante y prometedora de Jeremy Irons, lo cierto es que una vez
asentadas las bases de la historia todo se diluye en aguas de borrajas. La
trama pierde todo su sentido, mezclando diálogos románticos que provocan
vergüenza ajena con escenas fantásticas con algunos de los efectos especiales
más patéticos que recuerdo. Nos explican entonces que hay brujas buenas y malas
marcadas por una maldición que data de la guerra de Secesión (aquí no se si fue
culpa del aburrimiento o de unos malos guionistas pero confieso que no me
enteré de nada, ), que uno se convierte en bueno o malo (esto tiene un nombre
que tampoco me he molestado en memorizar) a cierta edad sin poder hacer nada
por remediarlo (otra tontería: los malos son malos malisimos sin remedio, pero
el personaje de Jeremy Irons parece que era de los malos y escapó del lado
oscuro sin mayor problema) y cosas así. Por cierto, por ahí pulula también Emma
Thompson, para la que está claro que sus años buenos pasaron hace mucho.
Me doy cuenta ahora de que
no he explicado el argumento, pero si a los propios guionistas parece
importarle un pepino vosotros no vais a ser menos, ¿no? Por otro lado, la
dirección de Richard LaGravenese (parece
mentira que este hombre tenga en su haber diversas nominaciones al Oscar como
guionistas, los años no perdonan a nadie) es totalmente plana, con algunas secuencias
(como cuando van en coche) que llegan a hacer daño a la vista.
En resumen, película totalmente
prescindible, una tontería singular que pretende unificar el drama de Crepúsculo con la magia de Harry Potter y cuya única virtud es la
sensación final de que su paupérrima recaudación desaconsejará cualquier
intento de secuela.
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