martes, 18 de junio de 2013

TRANCE (7d10)

Si sois lectores de este bloc desde sus principios quizá recordeis mi crítica a La vida de Pi en la que comparaba a Ang Lee con Danny Boyle por el hecho de saber navegar por diferentes géneros y estilos sin comprometerse con nada ni con nadie. En el caso del británico, que saltó a la fama con la transgresora Trainspotting, ha hecho comedias románticas como Una historia diferente, aventuras con suspense en La Playa, terror con 28 días después..., ciencia ficción con Sunshine, drama con 127 horas e incluso triunfo en los Oscars con Slumdog Millionaire (por no mencionar las ceremonias de apertura y clausura delos Juegos Olímpicos de Londres). Ahora, buscando un nuevo giro en su carrera se adentra en un thriller psicológico donde nada es lo que parece y los giros de guion y las sorpresas son constantes.

La acción arranca con una base que recuerda a la saga de Oceans: el calculado robo de un valioso cuadro en una casa de subastas. El golpe se ejecuta a la perfección excepto por un detalle: cuando el jefe de la banda (curiosamente Vicent Cassel, en un papel que recuerda también al que interpretó en Ocean's twelve) va a contemplar el botín se encuentra con una pequeña sorpresa: sólo han robado un marco vacío. El lienzo debe estar sin duda en poder del contacto que los ayudaba desde el interior de la casa, Simon (James McAvoy, el Xarles Xavier de X-men, primera generación), pero por desgracia ha recibido un fuerte golpe en la cabeza que le ha producido amnesia. Es entonces cuando entra en juego Elizabeth, psicóloga interpretada por Rosario Dawson que tratará de esclarecer donde está el cuadro mediante la hipnosis. Comienza un peligroso juego donde la verdad y la mentira, la realidad y la ficción, los recuerdos y los engaños se mezclarán, llevándonos por los recovecos de la mente del protagonista que, como si de un relato de Philip K. Dick se tratase, termina dudando de si mismo.
Como es habitual en Boyle su fotografía es impecable , jugando con maestría con las luces y los colores y colocando siempre la cámara con acierto,  manteniendo el ritmo y la tensión necesaria para que la historia funcione y, apoyado en unas muy buenas interpretaciones, contagiando al espectador de la angustia y el desconvierto de Simon. Algo hay, sin embargo, que impide que la película sea redonda. Y es que es tal su afán de despistar y engañar espectador que abusa en demasía de los giros de guion, provocando que en cierto momento se desconecte un poco de la película. El "nada es lo que parece" en esta historia de robos, traición y sexo (romance incluido) funciona durante buena parte del metraje, pero termina aburriendo. Eso es lo único que el señor Boyle no ha sabido calcular bien, aunque ello no sea motivo suficiente como para no recomendar su visionado.

Incluso podría agradecerse un segundo vistazo en el que terminar de cuadrar las migas de pan que Boyle va dejando a lo largo de la historia, completando mejor así el puzle final.

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