Los becarios es la última película de Vince Vaughn (es
coautor del guion según su propio argumento, productor y protagonista) para
mayor lucimiento suyo y de su amigo Owen Wilson que se estrena en España una
semana justa después de Monstruos
University. ¿A qué viene esta observación? Bueno, prestemos atención
primero a su argumento. La historia arranca cuando la empresa para la que
trabajan Billy y Nick (Vaughn y Wilson) pierden su empleo al cerrar la empresa
para la que trabajan (comandada por el últimamente omnipresente John Goodman) y
no se les ocurre nada mejor que tratar de ser aceptados como becarios en
Google, pese a ser unos ineptos totales en el terreno informático. El
planteamiento no puede ser más simple, pero su desarrollo se desliza por
recovecos extraños y surrealistas imposibles de entender en España y que no
queda más remedio que dar por ciertas cosas como que se realice una serie de
pruebas de acceso en equipo entre las que se incluyen cosas tan extravagantes
como competiciones de quidditch (aquel deporte con escobas que se juega en Harry Potter). Y digo que debemos creer cosas así como ciertas porque la
película no es más que un anuncio publicitario de casi dos horas de la empresa
Google, ya que vamos a conocer a fondo las excelencias de esta empresa y habrá
tiempo durante su metraje para mostrar en algún momento todas y cada una de sus
aplicaciones. Aparentemente disfrazada de comedia políticamente incorrecta, al
estilo de la saga Resacón (uno de los momentos clave de la trama es en un elegante
club de striptease donde los excesos etílicos de los protagonistas y una pelea
final se traduce en la mejor noche en la vida de sus protagonistas y la clave
de la unión del equipo), pero que como suele ser habitual deriva en una comedia
blanca, totalmente predecible y cargada de moralina barata y finales felices
como si de una producción Disney se tratara. O Pixar, ya puestos. Y es que si he empezado nombrado Monstruos University no ha sido casual,
ya que Los becarios y la precuela de
Pixar comparten tantas similitudes que casi podían tratarse de dos versiones de
la misma historia. Billy y Nick, como en aquella Mike y Suley, deben unirse a
un grupo de inadaptados repudiados por los demás hasta aprender a trabajar en
equipo y terminar descubriendo que lo importante de verdad no es ganar (aunque
se gana, por supuesto) sino conseguir una valiosa lección de vida, reforzar el
concepto de amistad y recordar que con esfuerzo cualquiera puede conseguir sus
objetivos, ya sean grupos de trabajo o
hermandades universitarias, pese a
partir con una clara desventaja inicial. Esta, como aquella, redunda en tópicos
y situaciones absurdas pero finalmente previsibles para demostrar que estamos,
ante todo, frente a una comedia. Flojita, sí, pero comedia al fin y al cabo.
En
resumen, dos horas de distracción con las habituales tonterías de estos amigos
(cameo de Will Ferrer incluido), unas cuantas caras conocidas entre los secundarios
y una aglomeración de finales felices que restan credibilidad a una película ya
de por si poco creíble. Y, por cierto, en medio de una espantosa crisis
económica (que se dibuja levemente en los primeros compases del film), nada
mejor para ponernos los pantalones largos que ver las entrañas de la empresa
Google, de la que se dice que es el mejor lugar del mundo para trabajar y que,
de ser cierto lo reflejado en la película, parece ser cierto. Solo por
satisfacer la curiosidad de ver ese lugar mágico ya merece la pena el
visionario.
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