jueves, 3 de enero de 2013

MOONRISE KINGDOM (6d10)

Nos encontramos de nuevo ante una película gafapasta dirigida por un tipo de esos a los que los del CSI (críticos sesudos intelectuales, ¿ya os lo sabéis, no?) elevan a los altares. Wes Anderson es autor de películas extrañas,  comedias poco convencionales como Los Tenenbaums, Live Aquatic o El fantástico Mr. Fox. Sin embargo, en el caso de Anderson, y con todo el dolor de mi alma, debo confesar que estoy totalmente de acuerdo con ellos. Quizá sea porque su cine es intencionadamente minoritario, porque sus historias son complejas pero entrañables o porque, como otros locos maravillosos como Terry Gillian (que maravilla ese cuento poético que es El Imaginario del doctor Parnassus), son alabados por la crítica pero ignorados por la academia.

Moonrise Kingdom narra la hermosa historia de amor por correspondencia entre dos niños: él, un huérfano que vive con unos padres de acogida y ella, perteneciente a una familia feliz pero por la que no se termina de sentir comprendida. Cuando él va a un campamento de boys scouts a la misma isla donde vive ella, ambos planean huir juntos,  siendo buscados por el sheriff local y sus propios compañeros scouts. Una historia extraña,  peculiar como poco, sobre la adolescencia y el amor,  las primeras experiencias, la inadaptación y, por encima de todo, la comprensión,  explicado con un sentido del humor muy peculiar,  tan surrealista como tierno.
Acompañando a la historia, Anderson refuerza esa sensación de fábula con unos paisajes imposibles, demasiado maravillosos para ser reales y a los que saca todo su jugo con su maestría con la cámara. 
Y por si todo esto no fuera suficiente,  Anderson se rodea de un elenco de actores sencillamente alucinante, amigos -imagino- más interesados en participar en este cuento mágico que en aumentar sus cuentas corrientes. Y eso, en la industria del cine, tiene un valor añadido. Tomen nota: Bruce Willis, Bill Murray, Edward Norton, Frances McDormand, Harvey Keitel...
Pero, ojo, podría estar alabando las virtudes de esta delicia de comedia hasta la saciedad, pero debo recordar que hablamos de un film de Wes Anderson,  con todo lo que ello comporta. Y es que para poder disfrutar de la película es necesario aceptar su juego, entrar en ella sin miramientos y dejarse atrapar por la magia. No es apta para todos los gustos, y quien busque aquí una comedia al uso, de las que nos tienen acostumbrados los Farrelly o los Apatow de turno se han equivocado de película.

No todos pueden disfrutar del humor sutil, a veces apenas insinuado,  de Anderson, siempre con mucho más que decir de lo que parece a simple vista, pero quienes no encuentren un mínimo de magia en Moonrise Kingdom es que, simplemente,  han perdido la capacidad de soñar. Y eso sí sería una pena.

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