Django desencadenado (Jango, la D es muda) es la nueva película de
Quentin Tarantino. Eso, por sí solo, debería bastar para saber de qué estamos
hablando pues pocos autores son capaces de tener un universo personal tan
definido como para considerar su simple firma como un ejemplo de género propio
(Burton o Allen podrían ser otros ejemplos, cada uno en su estilo único), sin
importar que en apariencia sea un thriller,
una película bélica o, como en este caso, un western.
Tarantino, un artista tan
grande que ha conseguido hacer de la copia un arte, se inspira/homenajea en el
spaghetti-western de Sergio Leone sin renunciar a ello a su sello personal, con
diálogos brillantes y violencia extrema. Sin embargo, Django no es solo eso,
sino que supone un paso adelante de su director, un punto de madurez en una filmografía corta
pero magnífica. Si estábamos acostumbrados al humor sagaz y corrosivo del
director (y en Django hay mucho humor) esta película sobre la venganza, tema
que ya utilizó en Kill Bill, oculta
mucho más de lo que a simple vista podría parecer. Tras una primera parte a
medio camino entre la roadmovie y la buddymovie donde se detallan las aventuras
del esclavo liberado Django y el cazarrecompensas el doctor Schuzt recaudando
dinero durante el invierno, la segunda parte se centra en sus esfuerzos para
liberar a la mujer del primero, Brunilda (para el tercer acto queda la
mencionada venganza). Y es en esta segunda parte cuando Tarantino, bajo ese
disfraz de chistes y violencia aparentemente gratuita, se pone serio y nos
regala algunas de las secuencias más duras de su carrera, en un alegato casi
imperceptible pero que se grava a fuego en las retinas de los espectadores
contra la esclavitud (escalofriante la escena de Brunilda encerrada en un pozo
a pleno sol o Django apresado una vez descubiertas sus intenciones) con
momentos de gran crudeza y sin un ápice de humor que casi llegan a herir a la
vista, en contraposición al interminable tiroteo donde los chorros de sangre y
las amputaciones marca de la casa provocan más carcajadas que otra cosa.
Tarantino no solo no es
tonto, sino que ha mamado mucho cine. El suficiente, al menos, para saber cuáles
son los cuatro pilares fundamentales en los que se sustenta una buena película.
De tres de ellos se responsabiliza en persona: guion, dirección y música (con
una selección que va desde el obligado Freedom de Anthony Hamilton hasta temas
de hip-hop de RZA pasando por el Django de Rocky Roberts o por diversos temas
clásicos de Ennio Mornicone), pero dejando el aspecto interpretativo (salvo por
un breve cameo) en manos seguras. Jimmy Foxx compone un creíble y sufrido
Django (en una interpretación de esas que para ser convenientemente valorada deberíamos
escuchar en su versión original) y un Christopher Waltz brillante, que con un personaje
sobre el papel muy parecido al de Malditos
Bastardos consigue darle un cariz totalmente diferente, haciendo entrañable
a alguien que mata por dinero. Pero especial atención merecen los villanos, con
un superlativo Leonardo DiCaprio (¿para cuando un Oscar, por Dios?) que
consigue seducirnos con su personaje en una escena y nos provoca odio en la
siguiente, componiendo a un malvado cruel y sádico (como ejemplo está el
divertimento que le supone la pelea de mandingos) pero con un punto de ternura
e inocencia que se encarga de ocultar su Pepito Grillo particular, el verdadero
monstruo de la historia, interesado, egoísta y traidor hacia su propia raza, un
asombroso y genial Samuel L. Jackson que bien podría haber logrado el dudoso mérito
de interpretar a unos de los personajes más asquerosamente despreciables de la historia
del cine.
Y como a Tarantino siempre
le ha gustado contar con amiguetes, mucha atención a la secuencia que comparten
Don Johnson y Jonah Hill.
Sería difícil decretar si
es su mejor trabajo (aunque desde luego a la altura, como mínimo, de Pulp
Fiction o Malditos Bastardos), ya que
un exceso de metraje debido a un final algo alargado (la historia decae cuando
los personajes de Waltz y DiCaprio salen de escena) y un uso algo abusivo de
hemoglobina afean el resultado, que pese a ello continua siendo brillante. Tal
y como Tarantino nos tiene malacostumbrados.
No es samuel l. Jackson? Has puesto johnson
ResponderEliminarTienes toda la razón del mundo. Corregido, gracias.
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