jueves, 6 de noviembre de 2014

LOS BOXTROLLS (8d10)

Llevábamos ya un tiempo sin poder disfrutar de una buena película de animación que no sea exclusivamente infantil y con Los Boxtrolls la hemos encontrado.
El mismo estudio que nos trajo ya las estupendas Los mundos de Coraline o El alucinante mundo de Norman llega esta nueva maravilla en la línea de las anteriores donde, con la complicada técnica del stop-motion puesta de moda por ese loco amante de lo clásico que es Tim Burton, entremezclan una historia de intenciones claramente infantiles con moraleja incluida con toques de terror gótico y alguna pincelada incluso macabra.
Los Boxtrolls narra la historia de un insólito pueblo obsesionado por el queso donde, años atrás, una aterradora raza de monstruos diminutos (esa especie de trolls vestidos con viejas cajas a los que hace referencia el titulo) secuestró a un bebé y devoraron después al dolido padre. Desde entonces, el pueblo vive en constante toque de queda mientras un grupo de exterminadores liderados por el inquietante a la par que desagradable Snatcher lucha por eliminar hasta el último de los Boxtrolls y lograr que el poblado se sienta seguro de nuevo.
Con unos decorados espectaculares que forman una impresionante y desquiciada ambientación, la película es una metáfora más sobre la lucha por la supervivencia, la posibilidad de cambiar lo que uno es a fuerza de voluntad y, por supuesto, la prevaricación del bien sobre el mal, todo ello rodeado de truculentas bromas, amenazas de mutilaciones y ríos de sangre y una espeluznante lucha de egos por conseguir el poder, aquí simbolizado por los sombreros blancos que definen a la clase privilegiada con derecho acceder a la sala de cata de quesos. 
Curiosamente, y más en la turbia época en la que vivimos, el poder no es aquí sinónimo de maldad, aunque sí de estupidez.
Y por supuesto, a quien queremos engañar, rodeados de unos boxtrolls sumamente divertidos y enternecedores.
Tampoco faltará, evidentemente, los héroes con el que todos identificarse, ya sean chicos o chicas, que ejercerán de verdadero motor de la historia.
Y como colofón final, para esos pocos que la disfruten en versión original, los dobladores suponen de nuevo un extra destacando la presencia de la simpar pareja Simon Pegg y Nick Frost o al algo encasillado como malvado Ben Kingsley.
He comenzado queriendo destacar la idoniedad de esta película para todos los públicos, ya que a diferencia de algunas de las últimas producciones de Disney (Frozen aparte) como Aviones y su secuela, la experiencia de acudir al cine no será necesariamente traumática para los padres, sino todo lo contrario. Sin embargo, ¿es realmente para todos los públicos? Debo advertir desde aquí que no. Y es que pese a que tendemos a pensar que las nuevas generaciones están ya de vuelta de todo lo cierto es que algún momento concreto del film puede resultar demasiado oscuro para los más pequeños, arriesgándose a que no puedan disfrutar del film como se merece.
Y es que, dentro de su genialidad, hay momentos de verdadero pavor. Un pavor tronchante, pero pavor al fin y al cabo.
Por cierto, y como regalo final, no se pierdan la escena final, un genuino caso de metacine en toda regla.

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