sábado, 15 de noviembre de 2014

DOS TONTOS TODAVÍA MÁS TONTOS (5d10)

En el año 1994 Jim Carrey estaba en la cresta de la ola tras los éxitos de  Ace Ventura y, sobre todo, La Máscara, Jeff Daniels  venía de trabajar para Woody Allen y Jonathan Demme y del éxito de Speed y los hermanos Farrelly estaban a punto de convertirse en los nuevos reyes de la comedia gracias a la inminente Algo pasa con Mary.
Ahora, veinte años después, el mismo equipo parece caído en desgracia (solo Daniels se mantiene algo activo gracias a la serie The Newsroom, pero lejos de la fama a la que parecía aspirar tiempo atrás) y ha decidido reunirse de nuevo en busca de la reconciliación con el público gracias a la fórmula fácil de la secuela, una continuación tardía de una película que muchos tendrán ya olvidada (otros ni la conocerán), tan decadente como sus propios protagonistas.
Aunque nunca he sido un fan entregado a las muecas exageradas e histriónicas de Carrey, debo reconocer que cuando ha contado con un guion que lo respalde puede resultar francamente divertido. Así sucedía en películas como Mentiroso compulsivo u Olvídate de mí, llegando incluso a brillar en su faceta más seria como en El show de Truman o The Majestic. En Dos tontos muy tontos ambos intérpretes hacen un enorme tributo a la estupidez con una colección de aventuras  a cual más delirante en que, sin abusar de la escatología burda que luego caracterizaría al cine de los Farrelly, resultaba francamente divertida.
Después de tantos años, la intención de vivir del recuerdo en busca de la gloria perdida es la mejor definición de una película tan estúpida como cabría esperar pero sin el gancho y la frescura de la original, en la que sus intérpretes no han sabido envejecer adecuadamente provocando que sus torpezas resulten más patéticas que divertidas. No es lo mismo ver a dos treintañeros comportándose como niños que si se trata de cincuentones de marcadas arrugas y tristeza en las miradas.
Podría parecer que en un primer momento los Farrelly quieran apostar por la reflexión, haciendo alusión al paso del tiempo, la soledad, el poder de la amistad o la responsabilidad de la paternidad (la trama va del reencuentro de los dos amigos y el descubrimiento de que uno de ellos fue padre hace veinte años, por lo que deciden ir en busca de la hija perdida), pero eso no son más que apuntes accidentales que para nada pretenden definir el tono de la secuela (nótese que estoy obviando en todo momento aquel intento de precuela del 2003), que no pretende más que reunir un puñado de tontadas y conseguir la risa cómplice más por cantidad que por calidad. Y es que, inevitablemente, con tanta estupidez sería necio negar que algún gag acertado (o incluso brillante) se pueda encontrar.
Decir que Dos tontos todavía más tontos es una soberana tontería no es para nada menospreciar  a la película, que no pretende más que eso, pero encuentro que es una tontería falta de garra, sin convicción, demasiado apoyada en las muecas exasperantes de Carrey y Daniels que hace años que perdieron la gracia que en las propias situaciones.
No es, al fin, una película totalmente despreciable, entretiene y provoca alguna carcajada, pero está muy lejos de la original igual que intérpretes y directores están muy lejos de su época dorada.
Como lejos (muy muy lejos) está de sus años de mito sexual (recuerden Fuego en el cuerpo) la desaparecida Kathleen Turner, cuya presencia en el film ya casi justifica por si solo su visionado. 

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