lunes, 24 de noviembre de 2014

LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO, PARTE 1 (5d10)

Se estrenó al fin uno de los títulos más esperados (y largos, permítanme que a partir de ahora la denomine simplemente Sinsajo parte uno) del año, sobre todo por las fans femeninas que han tomado esta saga literaria de Suzanne Collins como su máximo referente muertas ya las tontadas crepusculares  y arañando también fans de la otra gran adaptación millonaria que fue Harry Potter cuyos lectores han crecido lo suficiente para dejarse seducir por las acrobacias de una inspirada  Jennifer Lawrence y su (¿cómo no?) distópica sociedad.
No está nada mal la saga en cuestión, que mejoró en calidad con la llegada de Francis Lawrence a la silla de director (la primera la dirigió el algo descafeinado Gary Ross), pero siguiendo la estela de las dos sagas cinematográficas más arriba mencionadas ha tenido (él o los productores, tanto monta…) de partir la novela en dos, con la excusa de la duración pero con el propósito real de sacar más pasta en taquilla.
Si estuviésemos hablando de un producto original (algo así quieren hacer con Los Vengadores 3) no tengo ninguna objeción: si la temática gusta, cuantas más pelis mejor, pero en este caso, al estar sujetos a una estructura narrativa ya establecida como es la novela, los tiempos cinematográficos son incorrectos, de manera que la película queda lastrada por un ritmo desigual y un final anticlimático con sensación de “coitus interruptus”.
Y es una pena pues, gastado ya el tema de los Juegos propiamente dichos, tocaba ver el desenlace de la anunciada revuelta, la guerra largamente anunciada. Y de eso parece ir la película, regida por momentos por unos patrones más propios del cine bélico que de las distopías juveniles. Pero claro, unas golondrinas unos sinsajos no hacen el verano y pese a cuatro escenas de acción muy trepidantes y bien filmadas se echan en falta demasiadas cosas como para hacer que la película funcione por sí sola y no como un simple prólogo a la auténtica conclusión de la trama, para la que habrá que esperar un año entero.
Con todo, la cosa pinta bien (más si la parte dos está a la altura de las expectativas y consideramos ambas como una propuesta unificada), con una Lawrence totalmente hecha a su personaje y una colección impagable de secundarios, repitiendo Josh Hutcherson y Liam Hemsworth como vértices del inevitable triángulo amoroso, y los reputados Stanley Tucci, Jeffrey Wright, Woody Harrelson, Donald Sutherland y Elizabeth Banks eligiendo sus respectivos bandos de manera definitiva. En este sentido llama la atención, pese a que el conjunto de la adaptación superará muy probablemente las cuatro horas, la recuperación precipitada e incluso confusa de Effie Trinket y Haymitch Abernathy (Banks y Harrelson), casi en modo “pasaba por ahí” como si los considerasen imprescindibles para el fin de fiesta pero no supiesen justificar su presencia en el distrito trece.
Hay, incluso, algún actor nuevo (actrices, en realidad), como Julianne Moore (que debe pensar que de cine independiente y de culto sólo no se vive) y Natalie Dormer (la Margaery Tyrell de Juego de Tronos), dando un poco más de relumbrón, si cabe, a la película.
La historia arranca prácticamente donde termina la anterior, con Katniss y Finnick rescatados de los hombres del Capitolio y llevados al Distrito 13 donde la presidenta Alma Coin encabeza la revuelta con Katniss elevada definitivamente como símbolo de la libertad (el dichoso sinsajo del título) mientras que el pérfido presidente Snow utiliza al propio Peeta (al que se creía muerto) como elemento propagandístico contrario.
A partir de aquí nos encontramos con buenos y dramáticos decorados, una trama con mensaje libertario como telón de fondo y una Katniss muy icónica pero poco activa (lo único que hace en toda la película es lanzar una flecha con el arco) en un film que no aburre pero resulta demasiado plano para ser juzgado como poco más que un mero aperitivo del que vendrá el año que viene.
Pero si hay algo que realmente valga la pena destacar del film, lo que realmente consigue emocionar e incluso estremecer, es la presencia del gran y malogrado Philip Seymour Hoffman, ya que (si consideramos ambas partes como una sola película) ahora sí que estamos ante su última aportación al séptimo arte, como recuerda el crédito final con el que le dedican el film.
Una interpretación brillante (su presencia en En llamas fue bastante reducida  y su fallecimiento llegó con la Parte dos sin concluir) que será su testamento cinematográfico.Descansa en paz, maestro. Fuiste de los más grandes. Que tu despedida como mano derecha de la presidenta Coin quede en nuestro recuerdo.


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