miércoles, 26 de julio de 2017

SIETE DESEOS, más drama que terror

Lo primero que habría que aclarar sobre la película Siete deseos es que, como muchas otras más pertenecientes a esta corriente moderna de terror psicológico, no estamos ante una película de miedo propiamente dicha. Hay muchos momentos inquietantes en la película, desde luego, pero lo que pasar miedo, poco.
Eso no significa necesariamente que sea una película mala. Aunque juega con el humor y el drama de forma un tanto errática, rozando a veces el simplismo más bobo propio de una película para adolescentes (hay momentos que quiere parecerse a una versión descafeinada de la serie Por trece razones), la película consigue atrapar lo suficiente como para mantener el interés, contagiando al espectador el nerviosismo por unas muertes aparentes que luego no lo son tanto, tal y como jugaba la efectiva, aunque agotada, saga de Destino Final.
Argumentalmente, Siete deseos podría recordar a La caja, aquel thriller con toques de ciencia ficción que protagonizaron Jim Carrey y Cameron Diaz sobre una caja con un pulsador que, al accionarse, otorgaba un millón de dólares a la pareja protagonista a costa de la muerte de alguien. Aquí, la cosa tiene un trasfondo sobrenatural, pero el juego es el mismo. La caja concede deseos a la protagonista, pero alguien morirá a cambio. La obsesión, la ambición y el temor a perder lo conseguido son las pautas que rigen la conducta de la muchacha en cuestión que sabe lo que debe hacer, pero sin que se corresponda a lo que quiere hacer.
¿Cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar a cambio de la felicidad? Y ya puestos, ¿dónde se encuentra la verdadera felicidad? Estas son preguntas que la película plantea, aunque sin llegar a realizar una reflexión tan profunda como para que hablemos de una pieza trascendentalita.
Joey King (Asalto al poder, Independence day: Contraataque, Un golpe con estilo…) es la cara más reconocible de esta película que bien trata de rondar otros temas que puedan preocupar a los adolescentes, como el primer amor, la pérdida de un progenitor, las amistades (y enemistades) del instituto, la popularidad, etc. pero lo hace todo de forma muy superficial, consciente de que el público objetivo solo va a esperar de la obra de John L. Leonetti (que ya había dirigido la insuficiente Annabelle, siendo director de fotografía habitual de la vertiente más aterradora de James Wan) sustos y muertes. Y de lo primero, ya digo, poquita cosa.
Película, en fin, que decepcionará a los amantes del terror pero que puede llegar a interesar a aquellos que se conformen con un drama intimista sobre la destrucción moral de una buena persona. Es poco lo que ofrece, pero al menos lo hace con corrección y sinceridad. Quien quiera ver escenas escalofriantes que se conforme, al final de la película, con los títulos de crédito, brillantes y retorcidos y que preceden, como si en un blockbuster Marvel estuviésemos, a una escena postcréditos para nada sorprendente.

Valoración: Cinco sobre diez.

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