lunes, 10 de mayo de 2021

Visto en Netflix: LO QUE EL PULPO ME ENSEÑÓ

Imagino que los que lleváis un tiempo por aquí ya os habréis dado cuenta de que no soy muy aficionado a los documentales. De hecho, creo que desde que empecé a escribir en el blog en muy pocas ocasiones he tratado el tema, y en ambos casos con relación al mundo del cine (ya sea hablando de Orson Welles, Hedy Lamarr o la película Showgirls), dejando de lado «cosas» como L’endamà de las que mejor ni comentar.

En esta ocasión, sin embargo, me he dejado llevar por el hype creado alrededor de esta producción de Netflix con Pippa Ehrlich y James Reed a los mandos, un hype ampliado si cabe tras la consecución del Oscar al mejor documental. Y aunque le he encontrado todos los valores que se le supone, una vez más se demuestra lo perjudicial que el hype puede ser para un producto que pese a estar muy bien invita a que uno se pregunte si realmente es para tanto.

Lo que el pulpo me enseñó (nota: no es el pulpo, es la pulpo) trata sobre un documentalista en plena crisis personal, Craig Foster, que decide hacer submarinismo en un intento de reencontrarse a sí mismo, sin sospechar que estabas a punto de nacer entre él y una pulpo hembra una preciosa amistad.

Sí, habéis leído bien: amistad. Y es que lo que a simple vista podría parecer  un documental sobre el mundo submarino más, con una fotografía espectacular, eso sí, deriva en una historia de amor y compañerismo entre un hombre y un octópodo, en la que la inteligencia y afecto que es capaz de mostrar el animal sirve de inspiración a Foster hasta el punto de influir en su vida y en sus relaciones familiares, en especial con su hijo.

Al final, o que vamos a encontrar en Lo que el pulpo me enseñó es un muy interesante documental sobre la vida submarina, con el toque añadido de la emotividad. Así, entre bonitas imágenes submarinas y visiones de extraños seres (la propia pulpo, vista bien de cerca, podría servir de inspiración para algún ser extraterrestre de ficción), tenemos momentos de gran fuerza dramática (el enfrentamiento contra un pez gato), detalles sorprendentes (como sus trucos de camuflaje) o incluso de comedia ligera (como su manera de jugar con los peces), para desembocar en un final que inevitablemente invita a la lágrima hasta al más insensible.

Un documental, en resumen, hermoso y sensible, quizá no tan excelso como cabría esperar por la gran cantidad de premios que está cosechando pero que invita a pasar un buen rato, didáctico y emotivo.

 

Valoración: Siete sobre diez.

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