domingo, 15 de mayo de 2016

ANGRY BIRDS: Absurda locura

Este año va a estar caracterizado, entre otras cosas, por dos nuevos intentos de conseguir adaptar con éxito un videojuego. Me estoy refiriendo a la inminente Warcraft y a la esperada Assassin’s Creed. Sin embargo, mientras llegan estos estrenos, se ha colado en la lista Angry Birds, la adaptación en dibujos animados del popular juego para móvil que arrasaba hace unos años llegando a convertirse en todo un fenómeno social.
De la mano de Sony, Angry Birds es una lujosa producción que cuida con todo lujo de detalles una animación magnífica que nada tiene que ver con esa patochada de la semana pasada, Ratchet and Clank, pero en la que no han andado tan finos en cuestiones de guion.
Con el sencillo juego como punto de partida no es que haya mucho que explicar sobre un argumento que básicamente explica cuál es el origen de la rivalidad entre pájaros y cerdos y busca excusas para conseguir escenas que parezcan calcadas a las partiditas que todos conocemos. A partir de ahí, la trama, con unos personajes demasiado planos y poco definidos, y un ligero toque de moralina (el clásico inadaptado que termina alzándose como el héroe de la historia), avanza a trompicones más centrada en una sucesión más o menos afortunados de gags que de otra cosa.
Sin embargo, y pese a los palos que está recibiendo por parte de la crítica, lo cierto es que tiene una acción tan frenética y delirante que a mí me ha hecho bastante gracia. Todo es un locurón absurdo y hasta estúpido, pero si vamos a ver una película sobre pájaros que no saben volar y cerdos de color verde, ¿qué nos podemos esperar?
Los directores, Clay Kaytis y Fergal Reilly, quizá conscientes de que la historia no daba para mucho, han dotado a la película de una velocidad demencial, casi desquiciante, que puede provocar epilepsia en los niños más sensibles pero que ayuda a que para el resto sea un espectáculo hipercolorista y algo violento, al viejo estilo de los Looney Tunes, que convierten la película en una errática montaña rusa que cumple su propósito de entretener y provocar algunas risas.
Y, por cierto, donde otros han querido ver una ofensivo desprecio contra la inmigración yo he visto una crítica a los abusos de colonialismo, pero, bueno, allá cada uno con lo suyo…
En fin, una tontería sin muchas pretensiones, aunque de generoso presupuesto, todo hay que decirlo, pero que se disfruta bastante bien. Aunque parece que eso solo me está pasando a mí… Y eso que yo soy más del Candy Crush

Valoración: Seis sobre diez.

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