domingo, 15 de mayo de 2016

FREEHELD: Amor e igualdad

Escasas semanas antes del estreno de Freeheld la joven actriz Ellen Page decidió realizar un comunicado de prensa comunicando su condición homosexual. Ahí puede estar la respuesta a porqué la protagonista de Juno ha decidido iniciarse como productora y hacerlo precisamente con una película con un claro alegato en favor del derechos de los homosexuales a ser tratados igual que los heteros. En favor de la igualdad, como diría el personaje que interpreta Julianne Moore.
Con la espléndida Carol tan reciente, uno podría esperar de Freeheld una nueva historia de amor entre dos mujeres que no aporte nada nuevo al panorama. Si añadimos a la ecuación la presencia de una enfermedad terminal la cosa ya apunta al melodrama más insoportable, con la endeble Siempre Alice, también protagonizada por Moore, en el recuerdo. Sin embargo, con el guion de Ron Nyswaner y la dirección de Peter Sollet la historia consigue ser más que un simple panfleto televisivo para convertirse en una película muy emotiva, que toca la fibra cuando es preciso sin renunciar a sutiles puntos de humor y cuyo principal acierto es en saber repartir el protagonismo entre varios personajes, de forma que el foco no está constantemente pendiente en la relación entre Stacie y Laurel, las mujeres a las que dan vida Page y Moore, permitiéndose incluso incluir un caso policial como telón de fondo.
Freeheld es la historia real de Laurel Hester, una brillante sargento de policía enfrascada a mediados del 2002 en un caso de asesinato junto a Dan Wells, al que pone rostro Michael Shannon, su compañero y amigo de toda la vida al cual, sin embargo, nunca se ha atrevido a confesar sus inclinaciones sexuales, no sólo por el temor a sus posibles prejuicios sino por preservar sus derechos en una sociedad (y una profesión) donde si ser mujer ya representa un obstáculo por sí mismo, el ser lesbiana es casi una carga imposible de llevar. Sin embargo, cuando Laurel conoce a la joven Stacie Andree surge entre ellas un amor que la obligará a bajar sus defensas y confesar su verdad, más cuando deciden comprarse una casa juntas y constituirse como pareja de hecho. 
Sin embargo, cuando detectan en Laurel in cáncer incurable, la sargento empleará todas sus fuerzas en conseguir que a su muerte Stacie tenga derecho a cobrar una pensión que le permita mantener su casa, algo lógico si fuesen un matrimonio pero que la junta de Freeholder le niega repetidamente.
Puede que la película sea, finalmente, una declaración de intenciones en defensa de los derechos de los gays, representada sobretodo en la figura de Steven Goldstein, un abogado judío gay que convierte el caso de Stacie y Laurel en una cruzada personal, pero es mucho más que eso. Con el deterioro de Laurel en segundo plano (y sin pretender recrearse en exceso en la enfermedad), la verdadera lucha de las protagonistas es mucho más simple: quieren igualdad, quieren ser tratados como un matrimonio más, quieren una pensión. Sólo eso. Por eso Freeheld es además un relato de amor incondicional, de un amor de esos que sólo la muerte es capaz de romper. Y es, además, un relato de amistad centrado en el apoyo del compañero policía. Y de dignidad, en forma de Todd, otro policía homosexual incapaz de enfrentarse a su verdad. Y de cobardía, radicalismo o integridad, según a qué miembro de la junta echemos el ojo.
Por eso, por todas las miguitas que la historia va repartiendo, por ese protagonismo compartido que no llega a hacer de esta una película coral pero permite que la mirada vaya más allá de solamente la lucha aislada de ellas dos, es por lo que esta película es mucho más que una simple Love Story homosexual, como a simple vista podría parecer.
No es un film redondo, por supuesto, pero logra emocionar sin caer en la ñoñería, y con eso me vale.

Valoración: Siete sobre diez.

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