Dicen por ahí que James Wan es
el nuevo rey del terror americano. Narices no le faltan, desde luego, a este
realizador nacido en Malasia que en lugar de buscar el acomodo fácil de los
remakes ochenteros que tanto pululan por ahí últimamente prefirió buscarse las habichuelas
por su cuenta y, partiendo de sus propios guiones, crear una nueva saga que iba
a convertirse casi de inmediato en un clásico. Me estoy refiriendo, por supuesto,
a Saw, que escribió y dirigió en 2004
y cuyas continuaciones dejó en manos de otros (aunque se mantuvo como productor
desde la 2 a la 7), aunque se encargó de escribir también el argumento de la
tercera parte. Cuando todo el mundo se dio cuenta del nuevo filón y comenzó a
copiarlo, abusando del kétchup en mil y unas producciones, él se desmarcó
diciendo que el terror del futuro debía prescindir de la sangre, y se embarcó
en una historia más clásica de fantasmas como Insidious, que volvió a dar en el clavo y de la que ya está rodando
la secuela.
En este estilo habría que
incluir a Expediente Warren, el relato
verídico (cada uno que crea lo que quiera) de un matrimonio famoso por sus
estudios parapsicológicos y su caso más aterrador (bueno, no sé si será
realmente el más aterrador, pues están preparando ya el rodaje de una secuela
que se basará en otro caso real investigado por estos señores). El matrimonio
Warren, formado por Ed (Patrick Wilson, que ya estaba en Insidious y al que podemos recordar también como protagonista de Watchmen) y Lorraine (Vera Farmiga, la
estupenda actriz de Up in the air,
Infiltrados o Código fuente, por
ejemplo) que deciden ayudar a la familia Perron (Lili Taylor, que ya lo pasaba
mal en La Guarida y daba muy mal
rollo en Rescate, es la única cara
conocida de este matrimonio con cinco hijas) que se mudan a un caserón cercano
a un lago poblado por diversos espíritus, uno de los cuales quiere poseer a la
madre y obligarla a matar a su benjamina.
Lo mejor de la película,
aparte de sus actores, de una calidad sorprendente en este tipo de
producciones, es la construcción narrativa, que nos muestra las historias de
los Warren y los Perron de forma paralela hasta que sus historias se unen
definitivamente, en lugar de hacer que los investigadores (los verdaderos
protagonistas del film) aparezcan en mitad de la trama, como sucedía en Poltergreist, por ejemplo. Lo peor es que, pese a lo bien construida que
está la atmósfera y lo efectivos que son los sustos no se puede evitar la
sensación de haberlo visto todo con anterioridad. Fantasmas que se reflejan en
espejos, sombras, pies de ahorcados, cajas de música, posesiones… si, vale,
quizá no todo junto en una sola película (y que nos insisten en que es todo
real, incluyendo en los títulos de crédito fotografías de los personajes
originales) pero todo me resulta ya muy manido, muy conocido. Los sustos te
podrán hacer saltar de la butaca, pero en ningún caso te acompañarán a casa y
se meterán en tu cabeza a la hora de dormir, como debería hacer una buena
película de terror. En este sentido Wan ha fallado, quizá lastrado por no poder
manipular el guion a su antojo.
Y permitidme que me aleje por
un momento de la película, pero no puedo evitar comentar un curioso dato sobre
el director, ya que acaba de confirmarse cuál será su próximo proyecto una vez
finalice Insidious 2 y antes de
Expediente Warren 2… ¡¡¡Fast & Furious
7!!! Eso sí que puede dar miedo de
verdad, más cuando en esta película demuestra que no es un virtuoso con la
cámara, precisamente, buscando más los movimientos torpes con aire documental y
planos largos y lentos, algunos demasiado, que el ritmo frenético adecuado para
una película de acción.
En fin, miedo y mal rollo,
pero no el suficiente. Solo Wilson y Farmiga permiten que la película esté algo
por encima del montón de exorcismos que vemos en cine mes sí, mes no. Algo es
algo.
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