domingo, 21 de julio de 2013

NOCHE DE MARCHA (4d10)

Aunque no sea culpa dela película original, sino de su traducción al español, el título del film que voy a analizar hoy es una muestra del nivel de originalidad que vamos a poder vislumbrar en pantalla. Nos encontramos ante una nueva comedia disparatada de adolescentes, donde una noche de juerga termina con resultados imprevistos, adornada con vomitadas a cámara lenta, culos, chistes escatológicos, alguna teta y más culos (¿es una nueva moda que en este tipo de pelis los chicos acaben siempre en pelotas? ¿de verdad eso es tan divertido?). Sin embargo, esta vez, en lugar de copiar los esquemas clásicos de American Pie y similares, con el arte de la fornicación post-acné como telón de fondo nos encontramos con un calco, abusivamente descarado, de Resacón en Las Vegas, con la única licencia de rebajar ligeramente la media de edad de los protagonistas. Y es que no en vano los directores (que debutan con esta obra en tan nobles tareas) y guionistas son los mismos que escribieron a cuatro manos los tres capítulos de la mencionada saga: Jon Lucas y Scott Moore.
Como en aquella, la película comienza con las consecuencias para Casey (Skylar Astin, un actor que lleva pululando por ahí desde el 2008 y que de lo mejor que puede presumir en su currículo es de tener un cierto aire a Mario Casas) y Miller (Miles Teller, que ya deambulaba en aquella otra obra maestra del cine para adolescentes con problemas mentales llamada Proyecto X) de una noche loca. Lo único que sabemos de ellos es que caminan desnudos por el campus de una universidad, con unas letras gravadas a fuego en una de sus nalgas enrojecidas y con sendos calcetines ocultando la parte más ¿noble? de su anatomía. Damos un salto en el tiempo hasta la víspera anterior y empieza entonces el relato de lo sucedido esa noche hasta terminar en tan grotesca situación. Como veréis, el mismo esquema de Resacón, pero con la mitad de gracia.
La noche en cuestión Casey (un chico formalito y con responsabilidad, la versión imberbe de Bradley Cooper) y Miller (irresponsable, inmaduro, inconsciente, vamos, como Zach Galifianakis pero sin barba ni barriga) van  a casa de Jeff Chang (Justin Chon, salido de la saga Crepúsculo), la tercera pata de la silla, el amigo al que no veían en mucho tiempo, para celebrar con él –incluso a su pesar- su veintiún cumpleaños, prometiéndole que lo devolverían a casa sano y salvo y a una hora adecuada, ya que al día siguiente el joven cumpleañero tiene una importante entrevista de trabajo. Naturalmente, no son capaces de cumplir su promesa ya que Jeff termina completamente borracho y ninguno de sus dos amigos tiene ni la más mínima idea de dónde está su casa. Comenzará entonces una carrera contrarreloj para descubrir la dirección maldita que los llevará a enfrentarse a toda una hermandad de latinas, ser perseguidos por un búfalo, enemistarse con un chulito universitario, Randy (Jonathan Keltz, en cuya filmografía figuran títulos como Fin de Curso o American Pie: Fraternidad Beta, ya veis por dónde van los tiros, ¿no?), participar en un tiroteo, robar un coche, superar una serie de pruebas en otra hermandad universitaria… Toda una serie de dificultades que insistentemente siguen recordando a Resacón mientras al inconsciente Jeff le hacen mil y una perrerías (como al Stu que interpreta Ed Helms, aunque cuando recupera la consciencia se desmelena recordando también al personaje de Ken Jeong).
Todo este batiburrillo de plagios podría perdonarse si por lo menos la película fuese más divertida, pero los momentos de humor (humor de verdad, del casposo hay a montones) son tan escasos que no merece llegar ni siquiera al aprobado rascado, por más que en algunos momentos pretenda ponerse seria con la historia de amor entre Casey y Nicole (Sarah Wright, no me voy a molestar en comentar su filmografía, aunque en televisión al menos se ha dejado ver por CSI: Miami, Malcolm, Mad men o Cómo conocí a vuestra madre). Ni siquiera tenemos aquí algún “regalo” en forma de cameo estrella, al no ser que nos conformemos con la presencia de François Chau, actor camboyano con bastante recorrido pero al que recordaremos eternamente por ser quien daba la cara en los vídeos explicativos de la Iniciativa Dharma en Perdidos). Eso sí, quien encuentre divertido un plano de más de sesenta segundos de Jeff vomitando al aire a cámara lenta o masticando un tampón que no lo dude, esta es su película.

Por lo demás escenas del trío divirtiéndose a cámara lenta con música de fondo, avanzando por la calle en plan épico (que de moda se ha puesto este término últimamente) con más música de fondo y profundas reflexiones sobre la amistad y la necesidad de madurar (¿os suena de algo?) que pretende camuflar un ligero mensaje moralista en medio de una gamberrada políticamente incorrecta y que busca tan desesperadamente el exceso que termina por resultar indiferente. Al final, ni divierte lo que tiene que divertir ni asquea lo que tiene que asquear. Todo es demasiado flojo, como los diálogos, que aspiran a algo a lo que no llegan y demuestran que por bueno (o malo) que pueda ser un guion la mano del director y los actores siempre será relevante. Y estos tipejos apellidados Lucas y Moore no son Todd Phillips ni de lejos. 

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