Qué
difícil es comentar una película como Niños
Grandes 2 sin caer en la escatología que tan gustosamente promete el film.
Y es que si la primera entrega de la película ya era vulgar y zafia (como casi
todo el cine de Adam Sandler) pero al menos recuerdo en ella situaciones
divertidas (lo mínimo que se le debe exigir a semejante reparto), esta
continuación no puede tener una definición más apropiada que la de ser una mierda
basura como un piano.
Es la sexta colaboración entre el supuesto comediante y el director Dennis Dugan, pero podrían hacer dos millones de películas juntos y no creo que entre ambos consiguieran una sola chispa de talento. ¡Es tan espantoso todo lo que acontece en la película! Y ya no es solo por el abuso indiscriminado de escatología barata (cuando luego hay padres irresponsables que piensan que es una película infantil y llevan a sus niños al cine; luego preguntarán donde aprenden a decir tacos o hacer cochinadas) y poco original (¿un chiste sobre crema de helado de chocolate que parece mierda? ¿la habilidad para tirarse pedos? ¡Por favor! ¡Qué estamos en el 2013!) o porque el único leitmotiv sea ver en repetidas ocasiones el alegre balanceo de los pechos de Salma Hayek, Maria Bello o cualquier escultural chica que pase por ahí (eso hay que reconocérselo, el casting parece haber sido elegido por el mismísimo Charlie Harper de Dos hombres y medio). Lo peor es el desprecio total hacia el espectador, hacia el que no se han molestado en ofrecerle el más mínimo esfuerzo para concebir un guion que disimule en parte las absolutas carencias cómicas de Sandler, que si habitualmente ya es un mal actor en esta ocasión se supera a sí mismo, dando la impresión incluso de que trabaja con más mala gana de lo habitual, como sabiendo que tiene un grupo de seguidores que pagarán sea lo que sea la basura que les ofrezca y solo quiera cobrar su cheque. Y, si se tercia, empezar a escribir Niños Grandes 3 (tiempo al tiempo).
Es la sexta colaboración entre el supuesto comediante y el director Dennis Dugan, pero podrían hacer dos millones de películas juntos y no creo que entre ambos consiguieran una sola chispa de talento. ¡Es tan espantoso todo lo que acontece en la película! Y ya no es solo por el abuso indiscriminado de escatología barata (cuando luego hay padres irresponsables que piensan que es una película infantil y llevan a sus niños al cine; luego preguntarán donde aprenden a decir tacos o hacer cochinadas) y poco original (¿un chiste sobre crema de helado de chocolate que parece mierda? ¿la habilidad para tirarse pedos? ¡Por favor! ¡Qué estamos en el 2013!) o porque el único leitmotiv sea ver en repetidas ocasiones el alegre balanceo de los pechos de Salma Hayek, Maria Bello o cualquier escultural chica que pase por ahí (eso hay que reconocérselo, el casting parece haber sido elegido por el mismísimo Charlie Harper de Dos hombres y medio). Lo peor es el desprecio total hacia el espectador, hacia el que no se han molestado en ofrecerle el más mínimo esfuerzo para concebir un guion que disimule en parte las absolutas carencias cómicas de Sandler, que si habitualmente ya es un mal actor en esta ocasión se supera a sí mismo, dando la impresión incluso de que trabaja con más mala gana de lo habitual, como sabiendo que tiene un grupo de seguidores que pagarán sea lo que sea la basura que les ofrezca y solo quiera cobrar su cheque. Y, si se tercia, empezar a escribir Niños Grandes 3 (tiempo al tiempo).
Naturalmente,
no se puede pedir a una película de estas características un libreto de Oscar,
pero al menos en otros títulos similares estrenados este año (R3sacón, Por la cara…) tenían una estructura narrativa. Aquí tenemos solo a
un puñado de inútiles que se supone que debemos recordar por la anterior
película, incomprensiblemente felizmente casados, que van por ahí haciendo
cosas. Todo es un sinsentido, una sucesión de situaciones ridículas sin la más
mínima coherencia. Incluso los argumentos secundarios que se plantean en un
momento dado caen completamente en el olvido o resueltos con un gag estúpido,
como si quisieran librarse de ellos de un plumazo porque lo único que importa
son las burradas de Sandler y sus amigos.
Lo
más triste de todo quizá sea ver cómo, ya sea por amiguismo o simplemente por
dinero, algunos actores de prestigio se dejan humillar de esta manera (además
de las ya mencionadas Hayek y Bello tenemos también la aparición de Steve
Buscemi), aunque el colofón final, el colmo de los colmos, lo ponen las
interpretaciones de Shaquille O’Neal y Taylor Lautner (el lobito de Crepúsculo), demostrando que el talento
es lo de menos en esta pantomima para único deleite de incondicionales de la
basura.
Poco
hay que decir de los protagonistas. Sandler, Kevin James, Chris Rock y David
Spade supongo que se lo habrán pasado pipa con este engendro al que ni siquiera
se le puede extraer una simple moraleja, aunque posiblemente consigan hundir
más si cabe sus ya maltrechas carreras.
Lo
que más me asombra es echar un vistazo a la taquilla americana y ver que en su
estreno ha sido la segunda película más vista, superada solo por Gru, mi villano favorito 2 y por encima
del estreno fuerte del día Pacific Rin
(esa epopeya gigantesca de Guillermo del Toro que me temo va a ser un sonado
fracaso, aunque de ello hablaremos en unas semanas), lo que demuestra que en
este mundo hay gente para todo. Por supuesto, si en la película hay dos mil
chistes apelotonados uno detrás del otro, alguno tiene que hacer gracia, por narices,
como el gag de la barca hinchable o los disfraces ochenteros, pero mucho hay
que rascar para sacar algo, incluso la más leve sonrisa.
Y
digo yo, ¿por qué nadie le pide a Sandler que deje de producir películas? Mejor
aún, ¿por qué nadie le dice a Sandler que deje de escribir películas? Y lo más
importante, ¿por qué nadie le dice a Sandler ¡de una puñetera vez! que deje de
protagonizar películas?
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