Cuando
un surfista sube a la cresta de una ola y realiza un movimiento brusco de 180
grados, volviendo a bajarla, se llama reentry.
Si continua girando en la misma dirección completando los 360 grados se llama…
pues así, 360. Empiezo de esta forma tan catedrática porque muchos os
preguntaréis qué demonios significa el Tres60
del título (me pregunto si el hecho de escribir el tres en letras ha sido un recurso necesario para diferenciarla de la recientemente estrenada 360 de Fernando Meirelles), y ver la película no os va a aclarar nada. Se intuye que es alguna
terminología del mundo de los surfistas, ya que el protagonista se gana la vida
con competiciones de surf y ejerciendo como modelo de ropa interior, y hay
algunas referencias al tema, pero nada más. Este es solo uno de los muchos
ejemplos que podemos encontrar para definir esta película, una muestra más de
lo prolífico que es el cine de género en nuestro país (esta vez es más cercano
al thriller que al terror, aunque si es por la música no nos daríamos ni
cuenta, Roque Baños empieza a repetirse peligrosamente) en una propuesta a
priori interesante pero que al final resulta decepcionante, ya que pese a los esfuerzos
de Luis Berdejo por escribir un guion creíble y sin demasiados fallos, la
dirección del debutante Alejandro Ezcurdia es demasiado plana, terminando por
aburrir. Además, que el tono sea realista no implica que nos creamos sin
concesiones todo lo que ocurre y que el guion no tenga agujeros no implica que
sea un buen guion.
Citaré
algunos ejemplos para ilustrarlo tratando de evitar los spoilers.
La
historia arranca presentándonos a nuestro protagonista, Guillermo (Raúl Mérida,
un chico Danone forjado en televisión) y su ambiente: su compañera de piso
María Victoria, su hermano Mario (Guillermo Estrella, sin duda lo mejor del
film), su amigo Ruso (Adam Jezierski) y más adelante, Daniela (Sara Sálamo, muy
mona ella, más concentrada en posar que en actuar), prima de María victoria y,
a la poste, objeto del deseo de Guillermo. En casa de sus padres, durante unas
reformas, Guillermo encuentra un viejo carrete que lleva a Daniela para que se
lo revele (una simple excusa para contactar con ella), descubriendo en él fotos
de Iván, un amigo suyo de la infancia que desapareció junto con otras que
muestran órganos humanos. Inmediatamente Mario (una especie de genio
informático preadolescente) elabora la teoría de que Iván fue secuestrado para
robarle los órganos y Guillermo iniciará entonces una arriesgada investigación
ayudado por sus amigos y hermanos para descubrir la verdad. Y aquí tenemos el
primer problema: a los quince minutos de película se desvela la trama –el robo
de órganos- y a la media hora ya vemos el rostro del principal culpable. Pese
al tono hitchcockniano de la película los giros no resultan para nada
sorprendentes, simplemente se suceden unos a otros, y el hecho de tener algunas
secuencias ciertamente bien filmadas y que los actores cumplan sin molestar no
me parece suficiente. Cierto es que estamos hablando de una película teen, y la
mayoría de los chavales de hoy en día no tienen ni idea de quien era ese tal
Hitchcock, así que, ¿quién sabe?, quizá en el fondo haya en Tres60 una
intención educadora, y todo.
Junto
a los protagonistas tenemos dos actores de renombre, el portugués Joaquim de Almeida
y la siempre excesiva Geraldine Chaplin, que tratan de dar un poco de empaque
al asunto.
Habría
sido interesante un giro de guion inesperado hacia el último tercio dela
película que nos despertara de la siesta veraniega que estamos echando en la
butaca del cine (el mejor sitio para combatir estos calores estivales, por
cierto), pero ese giro, acertado y que plantea un interesante dilema, sucede
apenas en la penúltima secuencia de la película, impidiendo su desarrollo y no
invitando, por ello, a que el espectador se involucre con su propio punto de
vista. Así, se queda uno con la sensación de que todo lo sucedido hasta ahora
no ha conducido a ninguna parte, sintiendo que hemos perdido una hora y media
de nuestras vidas corriendo por un callejón sin salida.
¿Y
el surf? Como si de un macguffin del gordo director británico se tratase,
brilla por su ausencia, sirviendo tan solo para justificar los
sueños/pesadillas del protagonista que caminan en sentido contrario a la trama
de la película, quizá uno de los aciertos de la misma.
No
alcanza por ello al nivel de mala película, el aprobado me parece más que
justo, pero creo que decepciona y se pierde en demasiadas tonterías (un diálogo
entre Guillermo y el ruso sobre su Fe parece hecha solo para no ofender a nadie
con la incriminación posterior de un sacerdote en la trama), desaprovechando la
oportunidad de hablar más en profundidad sobre un tema tan grave como el
tráfico de órganos, tratado aquí de manera frívola y superficial. Claro que de
haberlo hecho así quizá les habría salido una película demasiado madura. Y está
claro que eso no es lo que buscaban.
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