domingo, 16 de enero de 2022

Reflexiones: EL DÍA EN QUE UNA ARAÑA SALVÓ AL CINE (Parte Dos)

Hace unos días escribí un artículo en el que, aparte de analizar la película de Spider-man: No way home con spoilers, hice una reflexión sobre cómo una película de Superhéroes (género tan denostado por muchos) iba a hacer volver a los espectadores a las salas de cine.

Todo eso es cierto, y la prueba está en que la película de Jon Watts no solo ha conseguido una recaudación impresionante para los tiempos de pandemia sino que está batiendo records históricos. De hecho, en este preciso momento se ha colocado en el octavo puesto de las películas más taquilleras de todos los tiempos, superando a Los Vengadores de Joss Whedon, aunque nadie duda que a lo largo de este próximo fin de semana escale algún puesto más.

Esto es muy importante porque ha demostrado al espectador que es posible regresar a las salas de cine sin miedo. De nuevo se han hecho colas en taquilla, se ha gastado dinero en palomitas y refrescos y, lo más maravilloso, se han vuelto a escuchar aplausos, lágrimas contenidas y gritos de asombro en una sala de cine.

Eso no significa que esté todo solucionado, pues los grandes números que está consiguiendo la última colaboración entre Sony y Marvel está enmascarando los fracasos en taquilla de películas tan maravillosas como El último duelo, West Side story y muchas otras que están siendo injustamente maltratadas por el público. Eso provoca que muchos acusen a los seguidores Marvel de maquillar una situación que sigue siendo muy preocupante, pero no nos engañemos. El problema no se ha arreglado, desde luego, pero al menos se ha dado un paso de gigante consiguiendo que todos aquellos que se negaban a ir al cine (ya sea por precaución, por las plataformas, por el pirateo, por vagancia o por lo que se ha dado por llamar coronafobia) han dado el primer paso. Si Spider-man hubiese sido un fracaso (o un éxito discreto), las cosas se habrían puesto muy feas. Pero no ha sido así, y toda la industria del cine (incluso los que están viendo como sus películas se estrenan con las salas vacías). Al final, esto es el efecto dominó, y solo hay que tener paciencia para ver lo que se tarda en recuperar la normalidad. Esperemos que con propuestas tan esperadas como Maverick, Jurassic World, Misión Imposible, etc. los pelotazos se sigan sucediendo.

Es cierto que va a haber una nueva manera de apreciar el cine, y quizá las películas más pequeñas no van a tener mucha cabida en las carteleras, aunque siendo sinceros, nunca la han tenido. Obras de corte independiente avaladas por la crítica se veían condenadas a salas especializadas en cine de autor o versiones originales, y si alguna lograba estrenarse en una sala más comercial apenas permanecía una o dos semanas en cartel, en ocasiones en horarios marginales. Y eso mucho antes de la llegada de Iron Man y el boom de Marvel. Así, son muchos los que piensan que el futuro del cine se verá marcado por las superproducciones, básicamente franquicias, secuelas y remakes (el último en vaticinarlo ha sido Ben Affleck), y si bien eso es algo negativo, también es inevitable.

Pero tampoco es nada nuevo. Recuerdo la época de videoclub, donde muchas películas sin capacidad de estrenarse en las salas tenían una segunda oportunidad. Lo mismo que está sucediendo ahora con Netflix, que convierte en éxitos películas que unos años antes pasaron por las carteleras sin pena ni gloria.

Me viene a la mente la época de la piratería, las muchas discusiones que tenía con amigos que iban habitualmente al cine pero no tenían reparos en ver ciertos títulos en el ordenador o el televisor (no estaba aún tan extendido el hábito de ver cine en el móvil), justificando que había películas que «no valía la pena ver en el cine». Nunca he estado de acuerdo con esa afirmación, ya que considero que cualquier película gana muchos enteros en la pantalla grande (estoy deseando ver lo nuevo de Kenneth Branagh, Belfast, aunque dudo que lo pueda lograr), pero la realidad les ha dado la razón. Queda la duda de lo que va a pasar con la clase media, con películas de grandes presupuestos pero que tampoco llegan a superproducciones. Títulos como los que manejan actualmente tipos como Spielberg, Scott y otro grandes perjudicados por estos nuevos y terribles tiempos.

Pero nada de esto es culpa de Marvel ni de su forma de hacer cine. De hecho, lo que hacen no es tampoco nada nuevo. Sí es nuevo el proyecto histórico que dio lugar a Infinity War/EndGame, concebir películas como si fueran una serie de televisión y convertir a sus aficionados en adictos que necesitan ver cualquier película, incluso las de corte supuestamente menor, para no perderse detalle del gran conjunto. Pero si analizamos cualquiera de sus películas a nivel individual, está claro que la denostada Fórmula Marvel no existe, ni las películas son parques de atracciones sin valor artístico como afirmaba el señor Scorsese. No hay mayor diferencia de lo que se hacía a finales de los 80 y principios de los 90. Porque la Fórmula Marvel consiste, ni más ni menos, en ofrecer películas de entretenimiento y acción y regarla con ciertos momentos de humor, algo que muchos parecen odiar. Como si el humor fuese algo malo que se han inventado los señores estos de los comics. Como si el Superman de Donner no hubiese tenido humor. O la Jungla de Cristal de McTiernan. O el Indiana Jones de Spielberg. O el Regreso al Futuro de Zemeckis. Todas ellas grandes películas convertidas hoy en día en títulos de culto. Todas ellas parques de atracciones que funcionaron a la perfección gracias a la Fórmula Marvel. Todas ellas décadas antes de que existiese la Fórmula Marvel.

Así nque lo siento por señores como Scorsese, Villeneuve, Scott o la señora Champion, pero las películas de superhéroes  no son malas para la industria, sino todo lo contrario. Lo más sangrante es el caso de la Champion, que criticaba a los artistas que se dejaban seducir por la secta de Marvel, acusándolos de no volver más al cine de autor (supongo que lo decía por Chloé Zhao principalmente), ignorando, al parecer, que los dos protagonistas principales de su aclamada (e insulsa) película El poder del perro tienen una lucrativa carrera gracias al cine de superhéroes en general y a Marvel en particular, y de no ser por películas como el Spider-man de Raimi o el Doctor Strange de Scott, seguramente nunca habrían recalado en su film.

Menos mal que al otro lado de la balanza hay tipos sensatos como Paul Thomas Anderson, George Miller o (quizá el más sorprendente) Pedro Almodóvar, que han bendecido el éxito de Spider-man y lo han celebrado como un éxito propio.

Y es que quizá la araña, al fin de cuentas, no haya salvado el cine, así como concepto abstracto, pero sí ha salvado a muchas salas de cien. Y es que si las salas de cine siguen cerrando unas tras otra, sí que será el final de la industria.

Pero no os preocupéis. En unos meses llegará Doctor Strange en el multiverso de la locura. Y a poco bien que funcione, seguirá el debate. Y mientras haya debate, significará que hay cine.

Larga vida al cine. Y larga vida al cine blockbuster y de espectáculo. Porque sin uno, el otro no existiría. Pese a quien le pese.

Así que, larga vida también a Marvel.

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