lunes, 30 de septiembre de 2013

BRUJAS DE ZAGARRAMURDI (7d10)

Alex de la Iglesia no solo es un gran director, sino también un gran amante del cine que no duda en regar sus obras de guiños y homenajes a películas que le marcaron. Alcanza, sin embargo, en su último título niveles extremos cuando realiza un más que evidente revisionado del Abierto hasta el amanecer que parieron Robert Rodriguez (director) y Quentin Tarantino (guionista) allá por 1996.
Las coincidencias no son pocas: Jose y Tony (Hugo Silva y Mario Casas) realizan un atraco tal y como hicieran en aquella los personajes encarnados por George Clooney y Quentin Tarantino y huyen a toda prisa con intención de cruzar la frontera (aquí la francesa, en el anterior caso la mejicana), llevando consigo a un rehén (Jaime Ordóñez en lugar de Harvey Keitel) y llevando consigo, además, un niño (aunque es evidente que las comparaciones entre Gabriel Delgado y Juliette Lewis son más esquivas). Justo en la frontera deben detenerse en un bar de inquietante aspecto (mucho menos animado, eso sí, que la Teta Enroscada) y a partir de ahí una trama policíaca de robos y persecuciones se transforma en un festival de sangre y muerte, sustituyendo los vampiros de Rodríguez por brujas con claras connotaciones sexistas (de hecho, todo el envoltorio de la película, con brillantes diálogos que a la postre resultan lo más atractivo del film, gira alrededor de la lucha de sexos, llegándose a la conclusión inapelable de que las mujeres son malas, pero los hombres tontos).
No falta ni el momento erótico, con Carolina Bang en ropa interior bebiendo de un corazón y derramando sangre que recorre lujuriosa su cuerpo, evocando a Salma Hayek en la ya clásica escena con el champán (y para rizar más el rizo, ambas actrices eran en el momento del rodaje las parejas de los respectivos directores). Incluso en un momento de la trama Jose y Tony se refieren a Manuel (Ordóñez) diciendo que parece un cura, precisamente a lo que se dedicaba Keitel en Abierto hasta el amanecer.
Siendo coherentes con lo que supone la producción cinematográfica española con respecto a la americana, hay que reconocerle a Brujas de Zagarramurdi un presupuesto proporcional mayor al que tuvo Rodríguez en su bizarra fábula vampírica, con lo que aquí la acción va más allá del bar y el reparto de personajes es más coral, con la aparición de la exmujer de Jose (Macarena Gómez) y los dos inspectores que llevan el caso del robo (Pepón Nieto y Secun de la Rosa) en medio de todo el fregado, aunque a decir verdad son tramas que podría haberse ahorrado De La Iglesia por su escasa aportación al film.
Y es que si Abierto hasta el amanecer presentaba unos personajes interesantes que se diluían cuando la historia se transformaba en un delirio gore de lucha por la supervivencia, algo parecido le sucede a Brujas de Zagarramurdi, que tras un inicio brillante y emocionante termina dejándose llevar por los excesos visuales del aquelarre satánico perdiendo esplendor y abusando de tantos exageraciones y situaciones  absurdas que roza en algunos momentos el ridículo, y no solo ya por la aparición satánica final (que no desvelaré aquí, aunque tampoco es que haya mucho que desvelar) que recuerda a alguna producción de serie B que tanto gustaban a Sam Raimi, sino –sobretodo- por la forzada subtrama romántica impuesta para aspirar a un final feliz, o al desperdicio de personajes como los inspectores Calvo y Pacheco que no ayudan en nada al desarrollo argumental.
Como historia de entretenimiento a la que no se le pide demasiado, la película funciona, y son muchos los momentos delirantes que provocan la carcajada al espectador, pero teniendo a Alex de la Iglesia a los mandos cabría esperar algo más de un film desigual, abrumador y con un último tercio alargado y cansino que tiene su mejor virtud en el reparto, fundamentalmente televisivo, donde Silva, Casas y Ordóñez brillan con luz propia aunque, como no se podía esperar otra cosa, la verdadera reina de la función es una inmensa Carmen Maura, bien secundada por Terele Pávez, que con su talento permiten que perdonemos paparruchadas como las brujas interpretadas por Santiago Segura y Carlos Areces (y es que en España esto del amiguismo funciona demasiado).
Divertida, excesiva, apabullante, absurda, escatológica (la escena de Macarena Gómez en la letrina es tan desagradable como brillante) y visualmente apasionante, Brujas de Zagarramurdi es una película que sin duda provocará debate, pero que debe ser vista, pues aun con todos sus defectos las virtudes terminan por predominar, aunque deje una sensación agridulce por la cuesta abajo que supone el clímax final.

Talento tiene, pero no suficientemente aprovechado.

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