No
hay ninguna duda que las comedias alrededor de las bodas son casi un subgénero
propio. Tras títulos tan recordados como El
padre de la novia, Los padres de ella o la reciente y flojita La gran boda llega a las carteleras la
versión a la española de todas ellas, un retrato de una familia “tipo” que ante
las complicaciones que supone la celebración de una boda deben quitarse las
caretas y desnudarse unos a otros, aflorando la realidad que se oculta tras los
buenos sentimientos y las sonrisas forzadas.
Ese
es el planteamiento de la nueva película de Daniel Sánchez Arévalo, que tras Azuloscurocasinegro, Gordos y Primos se ha convertido en un referente en la comedia de este país
y un artista (tanto como director como en su faceta de guionista) muy a tener
en cuenta. Con un amplio reparto, La gran familia española nos cuenta en cuatro
pinceladas la historia de un matrimonio que se enamoraron viendo Siete
novias para siete hermanos y trataron de emular a los protagonistas de la película
de Stanley Donen hasta descubrir que la vida no es tan bonita como en el cine y
acabar en un doloroso divorcio, con cinco hijos y una nieta (con nombre de
chico, para seguir la tradición) como herencia. Ahora, el pequeño de los
hermanos se dispone a casarse con su novia de toda la vida, embarazada para más
señas, con la que espera conseguir el “séptimo hermano” y cumplir con el sueño
roto de padre, gravemente afectado del corazón.
Comienza
así un día de locura que, para más inri, coincidirá con la final del Mundial de
fútbol que España juega contra Holanda, produciéndose así dos historias
paralelas, la protagonizada por esta arquetípica familia por un lado con
inciertos resultados y la de conocido final feliz llevada a cabo por Iniesta,
Casillas y compañía.
Quiere
Sánchez Arévalo hacer un homenaje al cine que más admira (Siete novias para siete hermanos no es solo una excusa argumental,
con las imágenes originales del film se abre y cierra esta película), cayendo
quizá en las trampas de este. En su esfuerzo por dibujar a una familia española
tipo, como anuncia el título, el director cae al lado contrario, enredándose
con tópicos que si bien funcionan con corrección quitan un punto de realismo al
asunto. Así, el tema del infarto en medio de la boda, el personaje deficiente,
la prima zorrona, o los triángulos amorosos (dos hay en esta boda, aunque
resueltos de maneras diferentes), son algo más habitual en el cine que en
cualquier boda española habitual, cuya identidad con la realidad se demuestra, básicamente,
en la importancia del partido de futbol por encima de convites y otras
monsergas.
La
película funciona con bastante corrección, pero esquivando el humor absurdo y
desenfrenado y resaltando demasiadas situaciones dramáticas como para poder
definirla abiertamente como comedia. Y aquí se encuentra tanto su mayor acierto
como su principal tara. Por un lado, es de aplaudir que los personajes tengan
cara y ojos e inviten a la reflexión a través de las historias paralelas que ocultan
cada uno de ellos, sus dramas personales que impera por encima de todo hasta
llegar a la conclusión de que lo verdaderamente importante es la unión familiar,
mientras que por otro lado, la montaña rusa sentimental que se propone,
alternando situaciones difíciles con momentos desternillantes llega a
desconcertar, haciendo dudar al espectador sobre si debe reír o llorar o ambas
cosas a la vez.
Con
todo, la película es sumamente entretenida y los actores están todos de
aprobado, consiguiendo Sánchez Arévalo un retrato triste de una familia española
pero invitando al optimismo y la esperanza (quizá poco creíble pero de
agradecer), aderezada con una bien seleccionada banda sonora.
Y
como guinda el pastel, y personen ustedes el spoiler, el gol de Iniesta. ¿Qué
más se puede pedir?
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