Tres
años después de que el veterano Chris Columbus dirigiera Percy Jackson y el ladrón del rayo se estrena la secuela de la que
pretende ser la sucesora de Harry Potter
y que desde ya podemos asegurar que no lo va a con seguir. Copiando
descaradamente algunos esquemas (empezando por el trío protagonista: las
similitudes entre Percy, Annabeth y Grover –alternándose con Tyson repiten, con
menos gracia, eso sí, los roles de Harry, Hermione y Ron) la saga de Percy Jackson pretende recuperar combinación
entre magia, épica y adolescencia que dejó huérfana la serie de J.K.Rowling,
pero apenas logra quedarse a las puertas, aunque en su defensa hay que decir
que en el caso de los magos de Hogwarts también las dos primeras películas eran
las más flojas.
Alcanzar
poco más de doscientos millones de recaudación sobre un presupuesto de noventa
y cinco no auguraba nada bueno a esa primera aventura que, como corresponde a
una iniciación, se veía lastrada por la necesaria presentación de personajes.
Sin embargo, pese a parecer predestinada a morir a las primeras de cambio, como
sucediera con La Brújula Dorada o Eragon (y quizá espoleados por el notable
éxito de Los juegos del Hambre), en
la FOX decidieron darle una segunda oportunidad al personaje creado por Rick
Riordan (en una colección compuesta por cinco libros, aunque con una secuela en
marcha), aunque reduciendo su presupuesto, cosa que se nota visualmente.
La
película parte con una premisa interesante: alojado en el campamento Mestizo
con otros semidioses el que fuera salvador del Olimpo no parece destacar sobre
sus compañeros, lo que le lleva a una crisis existencial sobre si es en verdad
un héroe o todo lo acontecido en la primera película es fruto de la suerte y la
casualidad. Curioso punto de partida que se diluye apenas transcurridos cinco
minutos de película para convertirse en una aventura demasiado infantil y
totalmente convencional, donde la aparición de un personaje nuevo (Tyson,
aparentemente hermano de Percy) no hace sino entorpecer más aún la acción,
edulcorando la trama con una moralina familiar que no viene mucho a cuento.
Pese
a que el exceso de digitalización no molesta demasiado (los efectos visuales
son correctos, con nuevas criaturas que cumplen sin abochornar), las secuencias
de acción son torpes y carentes de emoción, llegando a cansar, demostrando que
el cambio en la silla de director ha sido para peor (aparte de Diario de Greg lo más destacado hasta la
fecha de Thor Freudenthal es Hotel para
perros), mientras que en el aspecto interpretativo hay también un ligero
bajón. El trío protagonista repite, desde luego, pero en el plantel de
secundarios solo destacan Stanley Tucci y un brevísimo cameo de Nathan Fillion,
mientras que Anthony Head (el mentor de Buffy
Cazavampiros) sustituye a Pierce Brosnan como Chiron y no hay ni rastro de
las figuras que se dejaban ver por la primera entrega (recordemos que por ahí
andaban Sean Bean, Rosario Dawson, Uma Thurman…)
No
voy a sentenciar tampoco que sea una película pésima, ni mucho menos, pero si
decepciona que no sepan aprovechar el espíritu aventurero de las novelas para
hacer una gran espectáculo visual (la mitología griega siempre ha tenido mucho
tirón tanto en cine como en videojuegos), conformándose en quedarse reducido a
un pasatiempo demasiado infantil, muy lejos de las aspiraciones con las que
soñaba y sin demasiadas esperanzas de llegar a un tercer episodio. Cosa, por
otra parte, que tampoco creo que nadie lamente demasiado.
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