Se
podría decir que Ryan Reynolds es un actor empeñado en tener su propia
franquicia comiquera, aunque desde aquí ya le adelanto que mejor le irían las
cosas si simplemente se empeñara en ser actor, pues hasta el momento no lo ha
conseguido demasiado.
Primero participó en la tercera (y última ¿casualidades
de la vida?) entrega de Blade (Blade Trinity), después puso cara a ese
desastre de DC llamado Green Lantern
(dicen que todavía se escuchan las carcajadas de los jefazos de Marvel) y ahora
le toca el turno a esta puesta adaptación de la obra de Peter M. Lenkov para Dark
House (por lo menos tiene la decencia de ir cambiando de editoriales, así puede
repartirse el odio de todos los fans sin excepción). Por cierto, su paso por X-men orígenes: Lobezno simplemente lo
obvio; he borrado su paso por esa película de mi cabeza. Quizá Reynolds debería
plantearse cambiar de agente, o tal vez incluso de profesión, ya que solo ha
triunfado en dos papeles en toda su vida: enterrado vivo en un ataúd y
casándose con Scarlett Johansson. Y ninguna de las dos experiencias tuvo final
feliz.
Pero
que R.I.P.D. sea una soberana
tontería no es solo culpa de este pobre canadiense, así que vamos a repartir
culpas:
Por
un lado tenemos a los guionistas, Phil Hay y Matt Manfredi, que componen una
historia que poco tiene que ver con el comic original (bastante inclasificable
también, por cierto), copiando descaradamente los esquemas de Hombres de Negro (con unos toques de Ghost y un puntito de Cazafantasmas) para formar un
batiburrillo que pretende ser una comedia de acción pero que ni divierte ni
emociona.
Continuamos
con el director, Robert Schwentke, que ya tiene experiencia en esto de adaptar
comics (y RED le salió francamente
bien) y que aquí se encuentra totalmente perdido, imitándose (y encima mal) a
sí mismo cuando hasta ahora había demostrado ser un buen artesano en todos los
campos (suyas son las películas de intriga Plan
de vuelo: desaparecida y el drama romántico Más allá del tiempo). No lo voy a responsabilizar de que los chistes
no tengan gracia y que la química entre actores brille por su ausencia, pero sí
de no saber manejar el tempo de la acción (hay muchos momentos de aburrimiento
en los que no pasa nada y cuando hay acción es tan repetitiva y atropellada que
poco le importa al espectador lo que está pasando en pantalla) y parece
contagiado de esa máxima tan de moda últimamente que dice que cuando las cosas
se te vayan de las manos y no tengas ni idea de qué camino tomar, limítate a
destruir edificios y hacer explotar coches. Mal, señor Schwentke, muy mal.
Y
finalmente, los actores. Ya he hablado de Reynolds, que en ningún momento sabe
transmitir el drama, el dolor y el odio que debe mover a su personaje, poniendo
la misma cara de pasmo en toda la película. Kevin Bacon se limita a repetir
clichés, demostrando que no le importa interpretar mil veces el mismo personaje
con tal de cobrar su cheque a tiempo. Mary-Louise Parker está, sencillamente,
horrenda, continuamente haciendo muecas con las que trata de paliar su
inexpresividad. Y Jeff Bridges, simplemente, pasa por ahí. No voy a decir que
lo haga mal porque es un actor tan grande que es imposible que haga algo mal,
pero tampoco parece demasiado interesado en aportar algo. Recita sus diálogos
con el piloto automático y a otra cosa, mariposa.
La
historia va sobre un poli enamorado de su mujer que es asesinado por su mejor
amigo, el cual posteriormente se acercará a la esposa ofreciendo consuelo
mientras el poli muerto trata de hablar con ella mediante un cuerpo diferente
(y no, ella no es Demi Moore). El caso es que en lugar de enfrentarse al (creía
yo) inevitable juicio final le ofrecen trabajar en el Departamento de Policía
Mortal, que por lo visto en el cielo van cortos de polis muertos, y él no se lo
piensa mucho para aceptar. El compañero, claro está, será un veterano
cascarrabias (todo un vaquero) con el que se llevará fatal, tratando de
convertirse en una especie de peli de colegas sin demasiada gracia y repitiendo
el modo de presentarnos a la división policial que ya hiciera Sonnenfeld en la
mencionada Hombres de Negro, donde
Jay (Will Smith) era el novato y Kay (Tommy Lee Jones) el veterano
cascarrabias.
La
cosa va de perseguir a muertos que se han quedado escondidos en la tierra
haciéndose pasar por vivos, pero en lugar de jugar estas cartas (o de dedicarse
a perseguir zombies, es bien sabido que a todo el mundo le gustan los zombies,
¿no?) se sacan de la manga un rollo apocalíptico en plan Fin del Mundo con
portales que se abren hacia el cielo y no sé qué sandeces más. Una tontería sin
mucha base con la que parecen querer decir: “sí, hemos estado copiando todo el
rato a Hombres de Negro, pero ahora vamos a destruir el mundo, así que nosotros
molamos más”
Y
ahora que lo pienso, la verdad es que no sé por qué me estoy extendiendo tanto
en esta crítica, cuando podría haberla liquidado en una sola línea diciendo: “por
favor, aléjense de ella”.
Ya
saben. Más claro, agua.
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