lunes, 9 de septiembre de 2013

KIKC-ASS 2 . CON UN PAR (6d10)

Después del éxito que tuvo hace tres años Kick-Ass, dirigida por Matthew Vaughn (ahora dueño y señor de la franquicia mutante de Marvel) y basada en la obra homónima de Mark Millar y John Romita Jr., revitalizando el cine de superhéroes y ofreciendo algo diferente a lo que estábamos acostumbrados, era inevitable que más temprano que tarde llegase su secuela, basada también, con bastante fidelidad, en la secuela del comic. Todos, excepto el director repiten en la función, aunque la llegada de Jeff Wadlow no entorpece apenas, pues se limita a seguir obediente las directrices ofrecidas por Vaughn (ahora productor) en la primera entrega, sin variar pero tampoco innovando.
La acción arranca tal y como quedó al final de Kick-Ass, con Dave habiendo marcado el camino a seguir al resto de superhéroes, Mindy entrenando furtivamente a escondidas de su padre adoptivo y Chris D’Amico queriendo vengar la muerte de su padre. Se desarrollan entonces tres historias paralelas que, inevitablemente, tendrán que cruzarse en algún momento, produciendo mucho dolor y sangre. Por un lado, Kick-Ass se encuentra con un grupo de héroes que lo aceptan como miembro bajo las órdenes del Coronel Barras y Estrellas, Mindy decide cumplir la promesa hecha a su padrastro de abandonar su carrera como Hit-Girl y tratar de adaptarse a la vida en el instituto y D’amico se convertirá en el primer supervillano del mundo real bajo el nombre del Hijoputa y urdirá un plan para acabar con Kick-Ass y sus amigos.
Pocas veces (salvo algún cambio leve e irrelevante –qué manía tienen estos de Hollywood en que Kick-Ass “moje”- y, sobre todo, el final) una película ha sido tan fiel a la obra en que se basa, calcando escenas –e incluso viñetas- del comic tal y como Zack Snyder hiciera con Watchmen, con la salvedad de que la obra de Alan Moore roza la maestría y la de Millar es, siendo generosos, muy flojita. Así, la principal losa con la que debe cargar la película es repetir los errores del cómic, una novela gráfica que parece nacer más del oportunismo que del deseo de Millar, generalmente revolucionario y fresco, y cuyo cansancio se nota incluso en los dibujos desgarbados y de trazo fácil de Romita. Así, la película, que sigue siendo muy entretenida, abusa demasiado de la violencia gratuita y los tacos, como si por sí solos pudiesen hacer funcionar la historia. Wadlow no se da cuenta de que lo que más gustó de la película de Vaughn era la frescura y la capacidad de sorprender al espectador, que ahora acude de nuevo a las salas sabiendo lo que va a ver y esperando que le sorprendan con algo nuevo. Además, la gracia de Kick-Ass estaba en trasladar a los superhéroes al mundo real, consiguiendo que estos se vean ridículos y patosos, pero cuando Madre Rusia liquida ella sola a diez policías, Hit-Girl se enfrenta a toda una banda armada desde lo alto de una furgoneta y Kick-Ass y el Hijoputa tienen un duelo épico en el clímax final, resulta que estamos presenciando los mismos clichés que en una película de superhéroes convencional, y el que los personajes se dediquen a repetir infinidad de veces que está en el mundo real no va a conseguir que en verdad lo sea.
Otro problema con el que han tenido que lidiar ha sido con los actores. Aaron Taylor-Johnson, musculoso y con planta, poco tiene que ver con el flacucho desgarbado que dibuja romita, mientras que a Mindy la han tenido que añadir varios años con respecto al comic, ya que la edad de Chloë Grace Moretz (de nuevo protagonista absoluta del film) no es fácil de disimular. Precisamente uno de los cambios con respecto al comic se basan en que mientras en papel se dedican apenas cuatro viñetas en forma de diario a relatar la vida de Mindy en el colegio aquí su adaptación (o mejor su falta de ella) a la sociedad es una trama destacada, con Mindy enfrentada a sus compañeras en una secuencia más cercana a la Carrie de Stephen King (precisamente el próximo proyecto de Chloë Grace Moretz) que de la Hit-Girl de Millar. Con respecto al resto del reparto Christopher Mintz-Plasse continúa igual de histriónico que en la primera película, mientras que las ausencias forzosas de Nicolas Cage y Mark Strong es suplida con corrección por Jim Carrey y John Leguizamo.
Cumple con el objetivo de distraer y divertir, desde luego, pero estando tan por debajo de su predecesora no te deja con la sensación de que sea necesaria una tercera película.

A no ser que se dejen de tonterías y le cedan todo el protagonismo a Hit-Girl, claro está.

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