Basada
en la obra de teatro del mismo nombre de Tracy Letts, Agosto cuenta la historia de una familia media compuesta por un
matrimonio, sus tres hijas y la hermana de la matriarca, que se reúnen en casa
de los padres en un exageradamente cálido mes de agosto tras la desaparición
del cabeza de familia. Todos juntos de nuevo alrededor de la mesa, viejas
trencillas y oscuros secretos saldrán de nuevo a flote amenazando con destruir
los cimientos de esta familia y aquellos que se han atrevido a acercarse a
ellas.
Vaya
por delante que, pese a que las situaciones pueden hacernos sonreír en más de
una ocasión, no es para nada una comedia, por más que los miembros de la
Academia la hayan encajado en los Globos de Oro en la categoría de Comedia o
Musical. Es una historia dura, amarga y autodestructiva que estremece al
espectador y hace sufrir con la capacidad que sus intérpretes (sobre todo las
femeninas) tienen para transmitir su angustia.
Con
un reparto sencillamente inmejorable del que hablaré a continuación la película
contiene dos errores de bulto: contar con el propio Letts como guionista,
demostrándonos una vez más qué cierto es el dicho de “zapatero a tus zapatos”
(¿alguien recuerda alguna ocasión en que un buen escritor haya mejorado su
historia por adaptar él mismo el guion en lugar de confiárselo a un profesional
del cine?) y tener a un director como John Wells, que pese a las buenas
sensaciones que dejó con The company men
demuestra no estar a la altura, pretendiendo (y fracasando) dejar su huella y
tratando de evitar que la película se vea simplemente como una obra de teatro
en cine, algo bastante frecuente en las adaptaciones. Sin embargo, para ello no
basta con interponer de vez en cuando bonitos paisajes y espectaculares puestas
de sol. Su filmación entorpece la narración cuando lo más sencillo es dejar
interpretar libremente a sus actores y ceñirse a saber sacar brillo de los
diálogos, verdadero motor de la historia.
Con
un inicio algo titubeante (que hace presagiar que estamos ante la típica
película “solo para mujeres”), la historia va in crescendo a medida que diversos y variopintos personajes entran
en escena (nunca mejor dicho) y los trapos sucios comienzan a airearse. Es
entonces cuando comprobamos que estamos, sobretodo, ante una película de
conversaciones, donde los diálogos, como señalé antes, toman el protagonismo
demostrando que esta familia con demasiadas heridas aún sin cicatrizar, puede
herir más con las palabras que con cuchillos.
Con
una duración correcta que quizá maltrate la historia original (dos horas contra
las casi cuatro que dura en los escenarios, aunque parece ser que corre por ahí
una versión extendida de la película que espero descubramos en su futura
edición en DVD), la película termina por contagiarnos las emoción y drama sin
necesidad de grandes alardes técnicos, dejándolo todo en manos de sus
protagonistas. Y a ellos vamos:
Meryl
Streep interpreta a Violet Weston, una histérica mujer con problemas de salud y
adicta a las pastillas, en un trabajo correcto pero algo exagerado (he oído
decir por ahí que parece salida de Las
brujas de Zagarramurdi), mientras que el veterano Sam Shepard interpreta a
su sufrido (y algo dado a la bebida) marido Beverly. Barbara es la primera hija
que escapó de la prisión que le suponía esa familia, aunque su matrimonio con
Bill (Ewan McGregor) que le ha dado una hija rebelde y caprichosa (Abigail
Breslin) no es todo lo feliz que pretende aparentar. Julia Roberts le pone
rostro y carácter, ofreciendo un duelo interpretativo entre dos grandes de
Hollywood que podría repetirse en la próxima gala de los Oscars. Otra de las
hijas, Karen, está interpretada por Juliette Lewis, una desvergonzada que huyó
del nido para saltar de hombre en hombre hasta encontrar al adecuado para
sentar la cabeza, Steve (Delmot Mulroney). La última hija es Ivy, quien no ha
tenido más remedio (o quizá se trata simplemente de cobardía) que quedarse
cerca de casa y encargarse de cuidar a su problemática madre. Julianne
Nicholson, la más desconocida del reparto, es todo un descubrimiento y es ella,
y no la Streep ni la Roberts, quien realmente merece todas las alabanzas.
Completan
esta curiosa familia los tíos: Mattie (Margo Martindale) y Charlie (Chris
Cooper), ella una (aparentemente) feliz y risueña mujer rechoncha y él el único
con los pies en el suelo en ese manicomio de reproches y ofensas (Cooper es,
junto a Nicholson, la otra gran perla del film). Ambos tienen un hijo, Little
Charles (Benedict Cumberbatch), a quien su propia madre desprecia por ser un
poco lelo, ignorante de que este está enamorado de Ivy. Y por cierto, si
piensan que el gran problema de este amor es que son primos, están muy
equivocados.
Finalmente,
Misty Upham interpreta a Johnna, una sirvienta contratada por Beberly al
arranque del film y que sirve de identificación con el espectador, siendo ella
misma espectadora de lujo en ese terrible mes de agosto.
No
será una obra de arte, desde luego, pero terminan tocando el corazón y ayuda a
meditar sobre los propios problemas que podamos tener cada uno en nuestra vida
personal.
Al
final, va a resultar que nuestra familia no es tan mala, ¿no?
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