Mindscape es el debut del cortometrista y ayudante de dirección
español Jorge Dorado como director, con el apadrinamiento del catalán Jaume
Collet-Serra mediante su productora Ombra Films, empresa cuyo propósito es la
de abrir camino futuras promesas de la dirección española en las siempre
difíciles tierras americanas. Así, Mindscape es una película hispanoamericana
con un equipo técnico patrio y un reparto puramente hollywoodiense, encabezado
por el siempre solvente Mark Strong y la sorprendentemente deslumbrante Taissa
Farmiga, prometedora hermana de Vera y ya vista en la serie American Horror Story y en la flojilla The Bling Ring, aunque podemos encontrar
en el reparto otros rostros conocidos como el veterano Brian Cox o la breve
pero importante aparición de Alberto Ammann.

Con
un ligero (y a la postre irrelevante) toque fantástico que nos acerca a la obra
de Philiph K. Dick, Mindscape nos
introduce a un futuro cercano en el que los “detectives de la memoria” son el
pan nuestro de cada día. Se trata de personas con la capacidad de sumergirse en
los recuerdos de sus clientes, práctica suficientemente aceptada por la
sociedad que es incluso admitida en los tribunales como pruebas en un juicio,
por debajo, eso sí, de las habituales pruebas de ADN. John Washington era el
mejor detective de su empresa hasta que la muerte de su esposa le obligó a
retirarse temporalmente. Necesitado de dinero, decide aceptar un caso
aparentemente sencillo, averiguar los traumas ocultos en la mente de Anna, una
chica de dieciséis años de acaudalada familia que se encuentra en huelga de
hambre. Pero una vez se inicia la relación entre ambos John comprobará que hay
puertas que quizá deberían seguir cerradas.
Así,
ignorando el elemento futurista, nos encontramos ante la clásica historia de un
detective atrapado en las garras del magnetismo salvaje de una dama que pese a
su aparente fragilidad podría terminar siendo quien mantenga en todo el momento
el control de la situación. O quizá no, y todo sea un intento desesperado de su
padrastro por controlar la increíble fortuna de su esposa que, en buena ley,
debería heredar la adolescente a no ser que fuese internada en un psiquiátrico y declarada incapacitada.
Existe, por tanto, el juego de la dualidad visto en películas como Las dos caras de la verdad o Instinto básico (película que el propio
director pidió a Taissa que viera para ayudar a entender su personaje),
mientras que los juegos mentales –con alguna que otra trampa que busca
despistar de forma algo artificial al espectador- recuerda también títulos
recientes como el Origen de Christopher
Nolan o el Shutter Island de Scorsese
(casualmente ambas con Di Caprio).

El
talón de Aquiles, por su parte, está en las nobles intenciones de engañar al
público con sus trucos argumentales, con una sinceridad tal que obliga a dejar pequeñas miguitas por
el camino para demostrar que no hay nada improvisado sobre la marcha, de manera
que se corre el peligro de que el avispado espectador puede llegar –como me sucedió a mí- a adivinar el desenlace
apenas alcanzado el ecuador de la película, con lo que tengo la duda de si la
película podría resistir con éxito un segundo visionado.
De
lo que no cabe la menor duda es de que la película está muy bien hecha, es
fácil de seguir (en eso se agradece su ausencia de pretenciosidad
intelectualoide que se encontraba en la paja mental de Nolan) y entretiene.
Y
de paso, invita a reflexionar sobre porqué una película que no precisa de un
gran presupuesto, debe emigrar al otro lado del charco pese a que sus
principales talentos son españoles. ¿Este es el apoyo que merece nuestro cine?
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