lunes, 23 de noviembre de 2015

LA ADOPCIÓN (6d10)

Escrita y dirigida por Daniela Féjerman (ayudada en el libreto por Alejo Flah), La Adopción es el duro relato de un matrimonio que se desplaza hasta un indefinido país de la antigua unión Soviética (no se llega a nombrar nunca el lugar, aunque es fácil identificarlo como Rusia, pese a la participación lituana en la producción) para finalizar el proceso de adopción de un niño.
Inspirada en un hecho real, la película denuncia con dureza las difíciles trabas burocráticas a la que los esperanzados futuros padres son sometidos, convirtiendo la estancia en ese país (que tendría que haber sido un momento de felicidad y alegría) en un verdadero infierno del que muchos regresan escaldados y casi arruinados. La corrupción de los funcionarios, la incompetencia de las organizaciones españolas y el desinterés de los gobiernos de origen pervierten lo que debería ser uno de los gestos más bonitos del mundo: la posibilidad de dar una familia a quienes no pueden tenerla por sus propios medios a la par que ofrecer la posibilidad de salvación a unos niños que, de otra manera, quien sabe cómo podrían terminar.
Me queda la duda, sin embargo, de si la película pretende ser una verdadera denuncia o un simple drama personificando toda esta red de embustes, egoísmo y avaricia en la pareja protagonista (correctos Francesc Garrido y Nora Navas) y sus desventuras en antiguas tierras comunistas (magnífica la ambientación feista y desasosegante del lugar). El problema está en que Féjerman plantea muy bien todos los conflictos, contagiando al espectador del desconcierto, la angustia y hasta la indignación de los protagonistas, pero termina personificando demasiado la trama hacia el final del metraje, cargando las tintas sólo en la adopción de un niño concreto, de manera que las otras subtramas que se abrían alrededor para dar consistencia a la película queden olvidadas o solucionadas de una forma demasiado amable. Es como si Féjerman siguiera la doctrina de “bien está lo que bien acaba” sin importarle los cadáveres del camino. Así, ni el mal estado de los niños en el primer orfanato, ni las dificultades que puedan aparecer en el juicio final (anticipadas por una desangelada pareja a mitad de la película) ni la brecha sentimental que las complicaciones provocan en la pareja (y que hace que se digan y hagan cosas para las que ya no hay marcha atrás) quedan reflejadas en el previsible e inevitable final (no voy a spoilearlo, ya lo hace el propio título del film), de manera que pese a todo lo sufrido y lo desalentador que pueda resultar el proyecto para posibles espectadores que se puedan estar planteando adoptar un niño en el extranjero, la realidad es que todo termina resultando demasiado sencillo, casi hasta muy bonito en perspectiva con lo que se nos anuncia y cuyo único obstáculo real es el dinero.
Con dinero en mano, todo es posible. Y ese no creo que pretenda ser el verdadero mensaje de la película.

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