Cuando
en 2006 la MGM decidió hacer un reboot de su personaje más icónico hubo dos
detalles que me sorprendieron enormemente:
Por
un lado estaba la edad del actor elegido: Daniel Craig. Si se pretendía
reiniciar al personaje y explicar su entrada en el departamento Doble Cero,
¿tenía sentido hacerlo con un James Bond de treinta y ocho años?
La
segunda característica de este nuevo 007 era que se había pasado de saga a
serie. Me explico: hasta ahora cada película tenía una historia propia, por más
que algunas tuviesen elementos en común (el propio Spectre, sin ir más lejos) y
se mencionaran datos (como el efímero matrimonio que Bond tuvo en Al servicio secreto de su majestad) que
vienen a confirmar esa biografía ficticia que se enriquecía (independientemente
del desfase temporal y de la edad de los respectivos intérpretes) con el
estreno de cada nueva película. A partir del reboot, sin embargo, pese a que
las tres primeras películas pueden verse de manera independiente, se dejaban
demasiados cabos sueltos como para no entender que había un hilo conductor en
las sombras que iba a derivar en esta Spectre,
la cual, por cierto, no recomiendo ver sin tener suficientemente frescas las
anteriores.
Spectre tiene, pues, un cierto aire a fin de fiesta (el
propio Craig ha afirmado que no repetirá con el personaje), a nuevo cierre de
ciclo con la autoconciencia de ello de la que careció la descafeinada Muere otro día. Y es por ello que, tras
el bombazo en taquilla que supuso Skyfall,
se esperaba una despedida por todo lo alto.
¿Cuál
es el problema? Pues que con el paso de los años el personaje ha superado a la
historia. James Bond mola. Su chulería algo machista mola. Y su manera de pedir
vodka con Martini y de conducir un Aston Martin mola. Y Sam Mendes, de nuevo a
los mandos de la acción, lo ha sabido plasmar perfectamente en la película. Sin
embargo, poco hay tras esa fachada tan icónica y autoreferencial.
Spectre,
el gran villano en las sombras, el autor de todo el dolor al que Bond ha sido
sometido en las tres películas anteriores, es a la postre una enorme decepción
mientras que nunca llego a creerme al personaje de Christoph Waltz.
Excesivamente caricaturesco y de motivaciones demasiado irrisorias, no es este el
Oberhauser/Blofeld que cabía esperar, y ya se sabe que a un héroe se le mide
por la calidad de sus villanos.
No
quiero decir con esto que Spectre sea
una mala película, ni mucho menos. Es un gran espectáculo, a la altura de las
anteriores, pero le falta algo de alma, pareciendo incluso que el propio Mendes
se sintiese algo desmotivado. Sí, la filmación es muy correcta, espectacular en
algunos momentos, pero carece de las delicias visuales que regaban las mejores
escenas de Skyfall.
Unas
gotas de humor que no combinan para nada con el tono oscuro y dramático de esta
actualización de 007 y los múltiples guiños a la saga clásica y a las novelas
no son suficientes argumento para que la película se lleve todos los aplausos
que se le suponían. Quizá el problema es que quieren dar un aroma clásico en
una época en la que todo parece ya inventado y por eso ni los escasos giros
argumentales sorprenden ni vamos a encontrarnos con nada que no nos recuerde a
algo ya visto.
Además,
hay que recordar que este ha sido un gran año para el cine de espionaje, y
aunque Spectre debía ser el colofón
final me cuesta mucho decidir si es mejor o peor que Operación U.N.C.L.E., es ligeramente inferior a Kingsman y desde luego no admite
comparaciones con Misión Imposible, a
la que por momentos (sobre todo con la importancia que en esta ocasión tiene el
equipo que lo rodea) quiere parecerse.
Daniel
Craig no es un mal Bond (tengo curiosidad por ver lo que hacen ahora con el
personaje, aunque todo pinta a nuevo reboot), más si mantenemos en el recuerdo
al fallido Pierce Brosnan (aunque desde luego él no es el culpable que sus
películas sean las peores de la saga) o al denostado Timothy Dalton (¿soy el
único que lo defiende?), aunque yo sigo pensando que, con permiso de Ethan
Hunt, el mejor james Bond que ha existido se llamaba en realidad Harry Tasker y
lo interpretaba Arnold Schwarzenegger en la magnífica Mentiras arriesgadas de James Cameron.
Junto
a Craig repiten Ralph Fiennes como M, Naomie Harris como Moneypenny y Ben
Whishaw como Q, mientras que aparecen por ahí gente ilustre como Andrew Scott
(el Moriarty de Sherlock), Dave
Bautista (que tan sólo dice una palabra en toda la película) o las inevitables
chicas Bond: Monica Bellucci (la chica Bond más veterana, y se le nota, por
cierto) y Léa Seydoux, que curiosamente ha aparecido en la saga Misión imposible con la que esta
película comparte, además, la base argumental.
Interesante
propuesta para despedir a un icono del cine y pasar un buen rato, pero con la
sensación de que es todo demasiado insípido, demasiado inconsistente. Como si
el chicle se hubiese alargado demasiado.
Por
lo menos, recuperamos al Bond más elegante, con esmoquin siempre perfecto,
después del matón de barrio que parecía en anteriores películas.
James
Bond will return…? Habrá que esperar para saberlo. Supongo que, como siempre,
la taquilla manda.
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