Existen
dos maneras de analizar una propuesta de estas características: por un lado,
considerándola una película más o, por el otro, como un mero documental. No en
vano debe su origen a una conocida serie televisiva de la BBC que recreaba
digitalmente el hábitat natural de los habitantes del mesozoico.
Así,
si pensamos que estamos ante un documental, quedaremos fascinados ante el
alarde técnico que combina la digitalización de los dinosaurios con paisajes
reales, dando ciertamente la sensación de estar caminando entre ellos, de
verlos como seres reales. Los problemas, sin embargo, son dos. Por un lado la acción
se sitúa en la actual Alaska, y en pos al realismo deben limitarse a los
animales que realmente vivieron en esa zona concreta del mundo (que en aquella
época, naturalmente, no tenía ningún parecido con la actual Alaska). Y, ya sea
por culpa de Spielberg y su popular parque o por la incidencia de la cultura
popular en forma de dibujos animados o ilustraciones infantiles, lo cierto es
que ver resurgir a tan formidables seres y no toparse con ningún tiranosaurio,
velociraptor, triceratops, braquiosaurio, diplodocus, etc. pues termina
resultando algo decepcionante. El segundo pero es el hecho de que esté
destinado a un público infantil, provocando que las escenas de lucha sean poco
realistas, pues no es plan de
traumatizar a los niños de por vida con una orgia de sangre y violencia, como
debía resultar en la realidad. Pese a ello, es fácil quedar hipnotizado por las
impactantes imágenes y los hermosos paisajes.
Ahora
bien, esto en realidad es una película, por más que cada vez que aparece una
especie nueva la acción se detenga y una voz en off lea el texto de la pantalla
con el nombre del bicho en cuestión y alguna característica suya. Hay un argumento,
unos diálogos e incluso unos actores (Karl Urban, ¿en qué estabas pensando?) en
las escenas introductorias y finales. Y por ahí sí que no paso, amigos. Si
analizamos “esto” como una película la conclusión es que es realmente
insoportable, espantosa y casi ofensiva.
Su
trama está copiada de mil películas ya vistas antes, con el tema de las
migraciones como gran telón de fondo (ahí están La edad de hielo, Dinosaurio,
En busca del Valle encantado o
incluso Los Croods), con un
protagonista que pierde a su familia y debe superar mil dificultades hasta ser
el líder de la manada (como en el Rey León
o Bambi) y que para más inri tiene un
defecto físico debido al ataque de un depredador cuando era apenas una cría
(vamos, calcado a Buscando a Nemo).
Además, hay un compañero de aventuras que sirve de narrador que pone el punto
¿cómico? a la historia y cuya constante verborrea termina con la paciencia del
más santo. Los diálogos son constantes, agotadores, totalmente faltos de gracia
y que encima estropean la imagen, ya que por algún motivo ajeno a mi
comprensión no se ve ningún movimiento de boca (o morro, hocico o como sea que
haya que decirlo) cuando hablan, provocando más distanciamiento aún.
Insufrible
es poco, y la única nota positiva es que tarda tan poco en aparecer la primera
escena ridículamente mala (un cuervo hablando al chico protagonista –burdo recurso
para conseguir que el espectador se identifique con ese chico y se sienta
partícipe de la historia-) que estamos a tiempo de salir de la sala y suplicar
que nos permitan cambiar la entrada por cualquier otra película en la sala de
al lado.
Así
que ya sabéis. Si os gusta el cine, olvidaos de este engendro. Si os gustan los
dinosaurios, recuperad la serie de televisión. O alquilad Parque Jurásico. O Tyrannosaurus
Azteca. Cualquier cosa será más entretenida que esto.
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