viernes, 27 de diciembre de 2013

ISMAEL (7d10)


La película del director argentino Marcelo Piñeyro, autor entre otras de la interesante El Método, es una apuesta por el melodrama puro y duro, un género poco trabajado en el cine español con escasas excepciones, la mayoría representadas en la figura de Pedro Almodovar.

Partiendo de la historia de Ismael, un niño negro que escapa de su casa de Madrid para viajar hasta Barcelona para conocer a su padre biológico, el desarrollo de la trama es tranquilo y carente de sorpresas, con un ritmo sosegado y, en ocasiones, demasiado bienintencionado, y con unos personajes que, analizados a fondo, son quizá demasiado amables y comprensivos con lo que les sucede, restando así algo de intensidad al drama que se supone nos están contando. No obstante, Piñeyro tiene la habilidad (gracias en parte a su guion) de darnos ligeras pinceladas de historias paralelas que si bien se entrecruzan con la principal sin apenas influenciar en ella nos ayudan a disfrutar de cierta coralidad, evitando la pesadez de dejar todo el film en manos única y exclusivamente de un padre y su hijo, algo que podría recordar a aquella película de lágrima fácil y bostezo generoso que unió a dos generaciones de Smith en En busca de la felicidad. Así, la relación entre Félix, el padre del chico, y su propia madre, Nora; el pasado de su buen amigo Jordi; la problemática social de un grupo de alumnos inadaptados de Félix o los restos del amor no cicatrizado entre este y Alika, la madre de Ismael, quien sí parece haber sido capaz de rehacer su vida; dan la suficiente salsa a la película para no encontrarnos ante un simple telefilm lacrimógeno de media tarde.

Además, junto a los preciosos paisajes de Cadaqués (parece que la costa mediterránea se ha puesto últimamente de moda en nuestro cine), lo que más destaca en la película es la capacidad de sus intérpretes para componer unos personajes creíbles sin abusar de la sensiblería. Con los únicos peros del propio Ismael (Larsson do Amaral, que hace un buen trabajo –muy por encima en la comparativa con el insoportable Jaden Smith- pero al que se le nota que es su primer papel en cine, transmitiendo simpatía pero poco más) y Juan Diego Botto (por debajo de sus posibilidades, quizá por falta de dedicación por parte de los guionistas hacia su personaje), el resto del electo protagonista está de diez, destacando Belén Rueda, que se ha ganado por derecho propio ser considerada la gran estrella del panorama nacional, ya sea en cine de terror, intriga o, como en esta ocasión, en drama (y donde coquetea con acierto con el humor) y cuyas escenas junto al magnífico Sergi López son lo mejor del film. La modelo, también debutante en pantalla grande, Ella Kweku no desentona y Mario Casas sorprende, dando un nuevo paso de gigante en su trayectoria y demostrando que puede distanciarse de su imagen de pegatina de carpeta de adolescente que se ganó a pulso con las taquilleras Tres metros sobre el cielo, Tengo ganas de ti y la serie televisiva de El Barco, mereciendo ser valorado como intérprete no sólo por quitarse la camiseta en sus películas más flojas sino por su buen hacer en títulos como la excelente Grupo 7, la interesante Las brujas de Zugarramurdi y, ahora, Ismael.

No se trata de una película perfecta, pero sabe tratar con acierto los temas del corazón, emocionando cuando debe emocionar y sacándonos una sonrisa cuando es necesario sacarla. Y eso no siempre es fácil.

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