Lo
han vuelto a hacer. No contentos con la experiencia de La Cabaña en el Bosque, las distribuidoras españolas han vuelto a
maltratar una película que fue de lo mejorcito del reciente festival de Sitges
y que, si bien la calamidad no es tan notable con respecto a la obra de Drew
Goddard, hay que remarcar que se ha estrenado en tan solo 22 salas en toda
España, sin campaña publicitaria alguna y tan solo cuatro meses y medio más
tarde que en los Estados Unidos y dos meses después que en la mayoría de
Europa. Sumémosle a esto que desde hace un tiempo circula por la red una copia
en alta definición en español y que el público al que va destinado estas
producciones es joven y relativamente friki y… voila! Pasa totalmente
desapercibida por taquilla y la culpa, como siempre, de la piratería.
El
caso, por seguir con la comparativa con la creación de Josh Weddon, es aún peor
si consideramos que se trata del cierre de una trilogía estrenada toda ella en
cines y que en ella hay nombres importantes de la industria de Hollywood. No
hablamos de un producto pequeñito, casi
de corte independiente, sin ningún atractivo cara al público.
Repasemos:
a los mandos del barco está Edgar Wright, una de las cabezas pensantes (junto a
Spielberg, Jackson y Moffat) del taquillazo que supuso Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio y futuro director
de Ant-man, el punto de partida de la
fase tres de la todopoderosa Marvel mientras que el reparto está encabezado por
el genial Simon Pegg (que no solo es ya una cara conocida como protagonista de
comedias sino que ha entrado en el mundo de los blockbusters con Misión imposible: Protocolo fantasma y
las dos maravillas de Star Trek de
Abrams), el inefable Nick Frost (que aparte de ser la otra mitad de Pegg se ha
aventurado en solitario en títulos como Radio
Encubierta, Attack the block o Blancanieves y la leyenda del Cazador),
el omnipresente Martin Freeman (el Watson televisivo y estrella mundial gracias
a El Hobbit) y las presencias menos
estelares de Eddie Marsan (el Lestrade de Sherlock Holmes, esta vez el cinematográfico),
Rosamund Pike (fue chica Bond en Muere
otro día, chica English en Johnny
English Returns y chica Reacher en Jack
Reacher) y el colofón final de la aparición breve pero celebrada de Pierce
Brosnan. Argumentos, creo yo, para considerar esta película como algo más que
carne de videoclub (o como quiera que se llame hoy en día a las películas
despreciadas para la gran pantalla).
Pero
dejemos de hacer mala sangre y centrémonos en la película.
Como
ya he adelantado, se trata del cierre de la llamada trilogía del Cornetto (the three flavours cornetto trilogy o the blood and ice cream trilogy) –con
gag alusivo incluido en la propia peli- que el trío formado por Wright, Pegg y
Frost iniciaron en el 2004 con Zombies Party (aquella magistral parodia
del cine de zombies que enamoró al propio Romero), continuaron en el 2007 con Arma Fatal (revisión sarcástica de las
películas policiacas) y que concluye ahora con una vuelta de tuerca al tema de
las invasiones extraterrestres, con un recuerdo especial para La Invasión de los ladrones de cuerpos.
Si
hace unos meses comentaba que esperaba esta película con impaciencia tras la
tontería que fue Juerga hasta el fin
(curiosamente aquella si fue estrenada por todo lo alto), debo aseguraros que
no tiene nada que ver con ese bodrio sin gracia más que en la base argumental,
unos amigos a los que el apocalipsis (aquí no en un sentido tan literal) pilla
en medio de una noche de juerga. Puestos a buscar similitudes sería más fácil
encontrarlas con Plan en las Vegas, pues de nuevo tenemos a unos amigos de la
infancia (en esta ocasión son cinco en lugar de cuatro) que se reencuentran
después de muchos años, con una chica como punto de cordura del grupo y un punto
oscuro en el pasado que produjo una herida –aparentemente insalvable- entre dos
de ellos. La excusa, en esta ocasión, es realizar una proeza que no lograron
cuando eran chavales: finalizar la milla de oro, un recorrido por doce pubs de
su pueblo natal (pinta obligada en cada uno, por supuesto) cuyo recorrido
finaliza en el llamado El fin del mundo.
Pero
con lo que no contaban era con que el pueblo estaba dominado por unos seres
extraterrestres que han suplantado a los humanos sin que nadie se diera cuenta.
Tan
absurda premisa es la base para una sucesión de gags desternillantes, diálogos
brillantes y situaciones totalmente descontroladas que, definitivamente, pone
un broche de oro a la trilogía. Quizá siendo exigentes no es tan redonda como Zombies Party (aunque guarda muchos
parecidos –y guiños- con aquella), pues Wright y Pegg han madurado y quieren
detenerse brevemente a reflexionar sobre la vida y la amistad entre pinta y
pinta, otorgándola de algunos breves momentos amargos que no hacen sino resaltar
más aún las situaciones cómicas. Si en algunas comedias recientes comentaba que
te mantenían con la sonrisa en la boca durante toda la proyección en esta ocasión
hay momentos de verdaderas carcajadas.
El
único pero que encuentro a Bienvenidos al
Fin del Mundo es que, tras tanto hablar del fin de una trilogía, me niego a pensar que Wright,
Pegg y Frost no vayan a volver a trabajar juntos.
Sinceramente,
los necesitamos.
Aunque
las distribuidoras no quieran darse cuenta.
Me parece que a veces no tienen ni puñetera idea de lo que le gusta al público. Personalmente estoy harta de que semana tras semana estrenen tonterías de Exorcismos y películas que prometen que vas a sentir el miedo como nunca antes y después no son más que "Buscadores de Fantasmas" con más presupuesto y proyectos divertidos y con sentido de humor se queden en el tintero. Eso sí, para las comedias estúpidas y chorras siempre hay un hueco en la cartelera....
ResponderEliminarYa la he visto y me reafirmo en que es una película divertida, inteligente y con ese humor tan inglés... Lástima que se empeñen en privarnos de ver buen cine...
ResponderEliminarLo más triste no es que buenas películas como esta pasen sin pena ni gloria por las carteleras. Lo que de verdad me duele es que los responsables no acepten su culpa y culpen siempre a la piratería. Por eso el problema de Internet (que existe realmente) tardará mucho en solucionarse, ya que aquí cada uno va a lo suyo...
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