Hace
un par de años el director canadiense Ken Scott presentaba una curiosa película
sobre David, un inmaduro cuarentón que descubre, casi a la par de que su novia
quede embarazada, que fruto de las excesivas donaciones de esperma que realizó
siendo adolescente tiene ahora 533 hijos, 142 de los cuales, empeñados en
conocerle (sólo conocen su pseudónimo: Starbucks), se han unido para reclamar
judicialmente que la clínica de fertilidad revele la identidad del prolífico
donante.
Levemente
inspirada en un caso real, Hollywood no podía dejar pasar la oportunidad de
versionar la historia, contratando (alarde de originalidad) al mismo Scott como
director y guionista que repite casi textualmente sus pasos en esta supuesta
comedia para mayor gloria de Vince Vaughn, por una vez alejado de su “hermano”
cinematográfico Owen Wilson.
¡Menudo fenómeno! no es una mala película, pero sí una mala comedia.
Con tan surrealista planteamiento se podría haber optado por una comedia de
gags que le vendría que ni pintada a Ben Stiller o Jim Carrey, o por una
reflexión con ingenio en la línea de Woody Allen. O quizá incluso por un drama
con tintes judiciales, reusando acudir a la comedia.
Scott,
sin embargo, se decanta por un camino intermedio, disfrazando a la película de
comedia pero con demasiadas pretensiones dramáticas que dificultan la
identificación con el protagonista y hace pensar que, en el momento de escribir
el guion el canadiense, simplemente, se olvidó de poner los chistes.
Dejando
esto de lado, la historia en sí es sencilla y cargada de ternura, casi
recordando a una de esas propuestas navideñas con buenas intenciones y mensaje
feliz, pero totalmente falta de chispa. El personaje de Vaughn, pese a
funcionar, es completamente previsible, el cuarentón inmaduro que tantas veces
le hemos visto interpretar ya, incapaz de organizar su vida o comprometerse
sentimentalmente con su novia embarazada (correcta Cobie Smulders), pero que
sin embargo saca tiempo para investigar a sus supuestos hijos, conocerlos desde
el anonimato y sentir una conexión paterno-filial que le hará plantearse si
revelar su secreto o no.
Adornando
la función tenemos a la clásica familia inmigrante (en este caso son polacos en
lugar de los clásicos italianos), haciendo pensar que la única unión familiar
concebible en una película americana debe tener raíces europeas, y las
esperanzas de su abogado y amigo Brett (Chris Pratt), donde se pierde otra
buena oportunidad de denunciar los intereses económicos y publicitarios por
encima de la lógica sentimental más a fondo.
Comedia
simple y sosa, en fin, simpática e interesante pero con poca alma.
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