domingo, 8 de diciembre de 2013

CARRIE (2013) (6d10)

De nuevo nos encontramos ante la adaptación de una novela, por lo que entramos de nuevo en el debate de si hay que valorar a la película por su calidad artística individual o por lo bien adaptada que pueda (o no) estar. Pero en esta ocasión tenemos ya una adaptación anterior de la novela de Stephen King, y no una adaptación cualquiera, sino todo un clásico del cine de terror (una reciente encuesta a coronado al Carrie de Brian De Palma como la película preferida para ver la noche de Halloween en Estados unidos).
No se trata, como en los casos más recientes (aun en cartelera) de Los Juegos de Ender y Los Juegos del Hambre: En llamas, de una novela juvenil, aunque hay que reconocer que cuando la escribió King tenía veintipocos años y la trama versa sobre una adolescente y su baile de graduación. Es, más bien, una mezcla de terror puro con drama, reflejando no solo la dureza (a veces destructiva) que pueden guardar en sus corazones los niños (y así es como se comportan los jóvenes americanos cuando les hablan del baile de graduación, como niños) sino los peligros que la religión puede contener cuando se confunde devoción con fanatismo.
Dejando de lado la novela (considerando el resto de su vasta obra, Carrie posiblemente sea la historia más fácil de adaptar de Stephen King), las comparaciones con el film de De palma del 76 son inevitables, no solo por contar la misma historia sino por la forma de hacerlo.
Agradeciendo siempre la fidelidad hacia la obra original, lo cierto es que el guion escrito por Rodrigo Aguirre-Sacasa es prácticamente un calco del libreto de Lawrence D. Cohen, hasta el punto que el autor de la versión del 76 consta como coguionista del remake actual. Es entonces, cuando la innovación se reduce a la utilización de los teléfonos móviles y los videos de youtube, cuando uno se pregunta la necesidad de hacer otra versión de una historia que, por cierto, ha envejecido francamente bien.
Kimberly Peirce, una directora sin apenas experiencia, se encuentra tras las cámaras, y aunque es cierto que tampoco De palma tenía en su haber ningún gran éxito con anterioridad a su Carrie, se le nota a la Peirce na cierta falta de contundencia, en una realización siempre correcta pero poco arriesgada, casi televisiva, sobresaliendo algo en las escenas de sangre pero patinando en la secuencia de más acción.
La historia es de sobras conocida: educada con extrema sobreprotección por su ultra religiosa madre, Carrie es una inadaptada social, sin amigas en la escuela, cuyo máxima humillación le llega cuando es objeto de burla de sus compañeras al tener su primera regla mientras se ducha en el gimnasio del colegio y reaccionar aterrada ante lo que piensa que es una hemorragia interna. La señorita Desjardin será (o intentará serlo) su única aliada, imponiendo un duro castigo a las muchachas por su crueldad y provocando, inconscientemente, que Carrie se gane su primera gran enemiga. Lo que nadie sospecha es que Carrie está desarrollando poderes telequinéticos. Y no tardará en aprender a utilizarlos.
Chloë Grace Moretz cumple bien en su papel de Carrie, quizá algo sobreactuada en los momentos más dolorosos, aunque su candidez y esa facultad que, aún sin ser una gran belleza, tiene para seducir las cámaras (como ya demostrara en Kick-Ass) es lo que más brilla en el film, en perfecto contraste con la oscuridad amarga de Juliane Moore, aunque poco se puede destacar del resto de protagonistas, un puñado de chavales que bien podrían haber salido de cualquier canal juvenil y a los que ni se espera ni se exige nada especial.
No es, entonces, una mala película, pero –aun olvidándonos de su predecesora- resulta demasiado sosa, le falta algo para emocionar con todo lo que la historia podría dar de sí. Y es una lástima, porque los medios para hacerlo estaban ahí.

Inquieta, pero no aterra.

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