La historia de los 47
ronin es un cuento tradicional japonés, una leyenda de esas de toda la vida que
se transmiten de padres a hijos y que podría creerse que está inspirada en una
base real si no fuese por la presencia de espíritus demoníacos, brujas y
dragones.
Y es importante resaltar
esto porque quien se acerque a este film
sin tener claro que, desde el punto de vista occidental, está englobado en un
mundo fantástico puede quedarse descolocado ante la primera aparición
mitológica, en contraposición con el aspecto realista, e incluso histórico, que
de la sociedad feudal japonesa se ofrece. Y aquí se encuentra el primer error
de la película, la pretensión de tomarse en serio a sí misma en lugar de
apostar abiertamente por la ficción,
pretendiendo (sin conseguirlo) comunicar los valores de un pueblo que,
visto lo visto en pantalla, resulta fascista, absurdo y carente de sentido. No
basta con repetir hasta la saciedad la palabra honor para transmitir dicho
concepto, pues lo que nos plasma en pantalla el director Carl Rinsch (un
debutante, por cierto, lo cual dice bien poco en nombre de la ambición de los
productores) corresponde más a la sumisión ciega que al honor.
Interpretada con
corrección por un recuperado Keanu Reeves (que en breve presentará su debut como
director, Man of Tai Chi, también de
tono oriental, lo que sugiere que su participación en este film sea casi un
capricho más que simple confianza en un proyecto), Hiroyuki Sanada (visto
recientemente en Lobezno inmortal),
Tadanobu Asano (el Hogun de las dos Thor,
va de comics la cosa) y las féminas Kô Shibasaki (estrella televisiva en el
país nipón) y Rinko Kikuchi (que ya mancilló el espíritu japo en la cansina Pacific Rin), la segunda traba de La leyenda del Samurái es
responsabilidad de su director, un artesano del copia y pega (Japón es algo más
que árboles en flor y puentes curvos) que ha visto demasiadas veces El Señor de los Anillos, aunque no las
suficientes como para aprender algo de Peter Jackson. El Japón de esta película
tiene unos bonitos colores, pero poco más, demostrando que el señor Rinsch
quiere jugar a ser Yimou Zhang, Chan-wook Park o Ang Lee pero las buenas
intenciones pocas veces son suficientes. Aunque quizá el problema no sea sólo
suyo. Quizá radique también en querer disfrazar de oriental una producción
americana.
El tercer punto negativo
está en su guion. Desconozco la leyenda original y lo fieles que han sido a la
historia de estos 47 samuráis que buscan vengar la muerte de su señor, pero una
cosa es el argumento y otra muy diferente el guion. Y por mucho que pueda ser
normal intuir cómo va a acabar una película, saber después del primer cuarto de
hora quién va a morir antes, cuáles y
cómo van a ser los enfrentamientos finales y cómo se va a desarrollar
prácticamente todo no es muy positivo.
Pese a todo, la película
es entretenida y no aburre en ningún momento (¿cómo hacerlo? ¡Es una peli de samuráis
con peleas y monstruos!), con luchas bien coreografiadas y una adecuada
ambientación, pero cuyo resultado final más bien sabe a poco.
¿Quién sabe? Igual es cosa
mía, que me estoy haciendo mayor. ¿Quién le iba a decir a un fan incondicional
en los 80 del cine de Schwarzenegger que iba a puntuar igual a La mirada del amor que a El Hobbit: La desolación de Smaug y que
iba a pasarlo mejor con Ismael que
con una de samuráis.
Definitivamente, los años
no perdonan…
No hay comentarios:
Publicar un comentario