sábado, 7 de diciembre de 2013

PLAN DE ESCAPE (7d10)

Por fin ha sucedido. Lo que los chavales llevamos más de veinte años esperando (y mientras, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en cuarentones) se ha hecho realidad. Schwarzenegger y Stallone (Arnie y Sly los llamábamos, que ya eran como de la familia) han hecho al fin una peli juntos.
Bueno, sí, ya coincidían dos minutos en Los Mercenarios y algo más (no mucho) en Los Mercenarios 2, pero eso no cuenta, ¿no? Eso eran fiestas de jubilados, que son como la feria de abril, que si no tienes invitación te pierdes lo mejor. Y además, con tanto amiguete por ahí metido el subidón de ver a ellos dos juntos se deslucía un poco.
Ahora sí. Por fin, después de tanto tiempo soñando con un Rambo versus Depredador (sí, cuando uno es joven el concepto bizarro es algo maravilloso) o con Terminator cantándole la pana al Juez Dreed, ha llegado el momento de que los dos musculosos del celuloide más famosos de la historia compartan chascarrillos y puñetazos a lo grande.
Para la ocasión han elegido a un director sueco (no sé si será una broma privada del austriaco, eso de trabajar con un director de nombre más difícil de escribir que el suyo propio), un tal Jan Mikael Håfström, que lo mejorcito que tiene en su filmografía era ese petardazo de 1408 (o como aburrir adaptando a Stephen King), pero que –seamos realistas- es lo de menos. Nadie se va a fijar en él, o al menos en lo bueno. Porque cagadas de racord –gafas que no deberían llevar puestas, helicópteros que desaparecen…) hay unas cuantas.
La excusa para juntar a estos dos armarios roperos (para cuyos cuerpos no parecen pasar los años; sus rostros ya son otra cosa) es una aventura carcelaria, de las que el italoamericano ya sabe bastante (pasó por las mismas penurias en Encerrado y durante buena parte de Tango y Cash, ¿será que le va la marcha?) y será por eso que es quien lleva el peso de la película, cediendo a un ligero segundo plano a Arnie. Ray Breslin (Stallone) se dedica a fugarse de cárceles de máxima seguridad para comprobar así sus deficiencias, pero esta vez parece haber dado con un hueso demasiado duro de roer. Alguien le ha tendido una trampa y todos los protocolos son violados cuando es enviado a una prisión en paradero desconocido sin que ni siquiera sus compañeros de equipo (Amy Ryan y 50 Cent) sepan dónde se encuentra. Y allí es donde entra en juego Emil Rottmayer (Schwarzenegger) otro preso con quien hará buenas migas y que juntos planearán la huida (con un tercer preso en discordia, Faran Tahir).
Lo bueno de una película de estas características es que es difícil que decepcione. La trama tiene momentos de completa ridiculez (todo lo que maquina Breslin en sus fugas es absurdo e inverosímil), pero da igual. Ver a estas dos viejas glorias del pasado pegando (y recibiendo, pero eso es lo de menos, a ellos no les duelen) tiros a diestro y siniestro y haciendo explotar cosas no tiene precio. Eso es lo que uno quiere ver al acudir a estas películas, y en ese sentido ofrece todo lo que promete. Si además te dan unos caramelitos de propina en forma de buenas actuaciones como las apariciones de Jim Caviezel (que malo que es el tío, no se le pegó nada de su interpretación de Cristo), Sam Neill y Vicent D’Onofrio, pues ¿para qué pedir más?
Persecuciones, engaños, trampas, traiciones, sorpresas, dramas familiares del pasado, violencia, mucha testoterona y demasiados tópicos es lo que nos espera en Plan de escape, un reencuentro entre dos viejos amigos que quizá llega demasiado tarde. Tras el fracaso de sus últimas películas por separado, la divertida El Último desafío y la más floja (aunque con el antaño prestigioso Walter Hill a los mandos) Una bala en la cabeza, esta será la prueba de fuego para dos dinosaurios que se niegan a ser extinguidos o convertirse en carne de Reality o películas de poca monta como les ocurre a sus compañeros de correrías Seagal y Van Damme.

Los ochenta ya pasaron y solo el público puede decidir si deben volver o no.

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