Recupero
otra película que pasó de manera fugaz por las pantallas españolas con lo que
el fracaso en taquilla fue más que predecible. Y puedo entender que Billy Lynn no funcionara en los Estados
Unidos por ese aroma de manifiesto antimilitar (que a la larga termina siendo
antigubernamental, algo que si hace un americano como Oliver Stone o Clint
Eastwood -hay quien ha visto en esta película un cierto aroma a Banderas de nuestros padres- no pasa
nada pero que en manos de un taiwanés como Ang Lee está muy mal visto), pero no
encuentro justificación a la casi nula promoción y distribución que el film
tuvo en España, siendo, como suele suceder con el cine de Lee, una película
estupenda y muy refrescante.
Coqueteando
sutilmente entre el drama y la comedia, Billy Lynn cuenta la historia de un
muchacho que realiza un acto de heroísmo combatiendo en Iraq, uno como otros
tantos que deben producirse en esa interminable guerra de no ser por el hecho
casual de que este queda accidentalmente inmortalizado por una cámara de video.
Lynn y su batallón (apodado Bravo) regresan temporalmente a Estados Unidos para
ser reconocidos como héroes y realizar una pequeña gira que exalte al ejército
americano, y que tiene su punto culminante en el descanso de un partido de la
Super Bowl. Allí, los muchachos de Bravo se darán cuenta de que los están
convirtiendo en payasos de circo mientras Billy (cuyo acto heroico reviviremos
a través de sus propios pensamientos) se plantea si quizá él tenga una
percepción del mismo diferente a la del resto de los americanos.
Basándose
en la exitosa novela de Jean-Christophe Castelli, Lee escarba en el cinismo de
la sociedad americana, que convierte en producto de consumo cualquier cosa y
decora con confeti de colores y bandas municipales hechos que ocurren a medio
mundo de distancia, del que son felices ignorantes. Una bufonada que sirve para
lavar sus conciencias y que carece de la épica (ridícula pero épica, al fin y
al cabo) que esta misma exaltación del héroe patrio se hacía en la primera
película de El Capitán América: el primer
vengador.
Puede
que en el paso de novela a película la burla haya perdido algo de fuelle y que
Lee se haya distraído (después de los alardes visuales de su última película, La vida de Pi) con inventos técnicos que
al fin han resultado estériles (eso de rodar a 120 fps -lo normal es 24 y Peter
Jackson consiguió sin mucho reconocimiento hacerlo en 48 para su trilogía de El Hobbit- es algo que nadie había hecho
hasta ahora y que no se ha podido disfrutar en casi ningún cine fuera de los
USA), haciendo que por el contrario las escenas bélicas queden algo desinfladas
en comparación con los excesos de la fiesta de la Super Bowl, pero no es motivo
suficiente como para no apreciar los muchos valores de una película ácida y
punzante, tratada siempre desde los ojos del joven Billy (buen debut de Joe
Alwyn) y donde sólo rechina alguna decisión de casting (no es que estén mal,
pero se hace un poco raro ver en estos papeles a Steve Martin o Chris Tucker,
aunque para compensar tanto Vin Diesel como Kristen Stewart cumplen con sus
roles secundarios).
No estamos ante una obra maestra (y quizá el quid de la
cuestión esté en que no se le quiera perdonar el que no sea una película
definitiva como sí lo puede ser la novela que adopta), pero sí es un muy
interesante trabajo de Ang Lee que sin duda habría merecido mucha más suerte en
su carrera comercial.
En
ocasiones, hay películas a las que el público da la espalda por motivos
difíciles de comprender. En este caso, sin embargo, ni siquiera han tenido la
oportunidad de hacerlo. Pero merece la pena, no me cabe la menor duda.
Valoración:
Siete sobre diez.
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