Tras
el estreno de la semana pasada de Mil coses que faria per tu se podría decir que el cine catalán está de
enhorabuena, pero viendo la calidad final de las películas lo cierto es que se
tendría que poner semejante afirmación entre comillas. Entre muchas comillas.
Pàtria, la llegenda d’Otger Cataló , pretende ser una epopeya histórica sobre los
orígenes de Catalunya, una propuesta extremadamente ambiciosa si tenemos en
cuenta que su presupuesto ha sido ridículo y no ha contado con ayudas
oficiales. Para ello, el director Joan Frank Charansonnet ha decidido narrar
dos historias en paralelo: por un lado, la de Climent de Vallcebre (Boris Ruiz,
que curiosamente también está en Mil
coses que faria per tu) en el convento de Sant Llorenç, y por otra la que
corresponde a la leyenda de Cataló que el propio Climent narra. En este
sentido, las referencias son claras, desde la narrativa de Umberto Ecco en El nombre de la rosa hasta las historias
de caballería con Excalibur en
cabeza. Siendo así, es la historia en el convento la que mejor funciona, con
una narrativa más sosegada y mejores interpretaciones, aunque Charansonnet no
es capaz de conseguir mantener bien el ritmo narrativo para lograr un clímax
(hay una sencilla trama de intriga) satisfactorio. Sin embargo, la parte que
corresponde a la leyenda en sí (con todas las licencias narrativas que se
permite, añadiendo temas mágicos y cambiando el destino de los personajes con
respecto a lo que el folclore local reza) naufraga estrepitosamente. Es loable
el propósito de emprender semejante empresa con más corazón que cabeza, pero
resulta casi imposible no caer en el ridículo cuando no hay dinero para recrear
unas batallas que se suponen épicas y terminan pareciendo más un espectáculo de
un parque temático que un enfrentamiento entre cristianos y serrainos.
Además, Charansonnet tampoco está a la altura de las circunstancias (es labor
del director saber disimular las carencias económicas) y abusa de la cámara
lenta creyendo que así va a dotar de épica a una historia que no la tiene (solo
la banda sonora está a la altura de las circunstancias). Al final, el grupo de
condes que Cataló reúne para su empresa (que han pasado a la historia como los
nueve de la fama) no tienen tiempo para ser desarrollados y pasan sin pena ni
gloria por la película, totalmente intrascendentes.
Es
una pena que una película tan presumiblemente valiente se salde con tan pobre
resultado, pareciendo al final que todo sea una mera excusa para aprovechar una
corriente ideológica (en un momento de la película hay un discurso nada sutil
que refleja cierta ideología independentista actual) que no contar una epopeya
real. Y todo ello podría perdonarse si al menos las interpretaciones y el
director estuviesen a buen nivel. Pero me temo que no es así.
Quizá
si Charansonnet se hubiese limitado a narrar la leyenda, prescindiendo de la
trama correspondiente a Climent de Vallcebre la cosa le habría ido mejor, eso
es algo que nunca sabremos, pero querer abarcar tanto con tan poco no puede
salir nunca bien, y los buenos propósitos terminan empañados por escenas
ridículas y una leyenda falseada.
Esta
no es la película que Catalunya se merece.
Valoración:
Tres sobre diez.
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