domingo, 11 de junio de 2017

MIL COSES QUE FARIA PER TU, con la intención no es suficiente.

Mil cosas que faria per tu (Mil cosas que haría por ti en su versión en español) es la ópera prima de Didac Cervera después de su paso por ese experimento de terror colectivo que vino a llamarse Los inocentes.
Su propuesta para debutar en solitario no puede ser más peculiar, pues el realizador catalán, basándose en un libreto de Joan Sanz, propone una locura narrativa en la que decora una historia tan absurda como simple: cuando un chico bastante desastroso pierde el Rolex que su novia le regaló termina con la paciencia de esta que decide dejarlo; para tratar de arreglar las cosas, y asesorado por su mejor amigo, su única esperanza es conseguir un Rolex idéntico, aunque ello le implique empezar una carrera criminal. Una propuesta ridícula (que deja a los hombres como tontos perdidos y a las mujeres como interesadas especulativas - ¿es un Rolex de oro suficiente para poner precio al amor? -) que sin embargo podría haber llegado a buen puerto como comedieta del montón. Tampoco es que las (supuestos) reyes del humor cinematográfico (léase Adam Sandler, Seth Rogen, etc.) se caractericen por ideas demasiado ingeniosas.
Lo que sucede con Mil coses que faria per tu es que su peculiar puesta en escena es un resumen de la principal virtud y el mayor defecto del film. El dúo Cervera / Sanz han querido pecar de ingeniosos y no solo presentan una estructura narrativa desfragmentada, con flashbacks dentro de flashbacks, sino que hacen que el protagonista (y ocasionalmente otros secundarios) rompa constantemente la cuarta pared, hablando directamente al espectador con plena autoconciencia de que están dentro de una película. Pero lo que funcionaba tan bien en Deadpool acaba agotando por saturación aquí, y situaciones que en un momento son ingeniosas en otras rozan el ridículo y sacan totalmente de la película.
Mil cosas que faria per tu podría ser una película divertida, pero se nota que el tal Cervera se considera a sí mismo desternillante, y eso dota al film de una artificialidad que resulta algo presuntuosa. Es, en cierto modo, un experimento fallido, un intento de fabricar algo (relativamente) diferente que no termina de funcionar del todo, por más que los actores hagan lo que puedan y algunas interpretaciones se resuman como lo mejor de la función.
Pese a que al final termina resultando una película con muchos defectos, hay que agradecer el intento de querer apostar por algo ligeramente diferente (solo por el tráiler intuyo que, por ejemplo, Señor, dame paciencia va a ser un éxito de taquilla, pero en el fondo no deja de ser más de lo mismo en la comedia patria actual), y solo por esto ya merece Dídac Cervera un cierto respeto y una oportunidad para ver si en su siguiente trabajo, si sabe contenerse en su desmedida, la cosa sala más redonda.
Y es que, aun con todo lo dicho, la película se deja ver y contiene algún momento divertido y simpático.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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