Hay
temáticas que, para bien o para mal, nunca dejarán de interesar al mundo del
cine. Las historias reales no solo suelen funcionar, sino que en ocasiones son
necesarias para recordar los errores del pasado y tratar de no volver a
repetirlos.
Este
podría ser el caso de todo lo relacionado con la II Guerra Mundial. Aquel fue,
posiblemente, el peor conflicto bélico de la historia moderna y muchas heridas continúan
aún sin cerrar. Fue una época de espantosos crímenes y matanzas injustificadas
pero, también, de héroes. Héroes, generalmente, anónimos.
La casa de la esperanza cuenta la historia de uno de esos héroes, un
matrimonio de Varsovia que transforman el zoo al que han entregado sus vidas
antes de que la guerra lo ponga todo patas arriba en un escondite para los judíos
a los que ponían liberar del gueto.
Se
podría decir, en cierto modo, que Jan Zabinski y su esposa Antonina Zabinska
(quien copa el centro de atención narrativo) son una suerte de Oskar Schindler
en versión polaca.
Desde
luego, debería resultar injusto comparar esta película de rango medio (que
cuenta con la producción de su protagonista, Jessica Chastain) con la obra
cumbre de Steven Spielberg, pero los parecidos argumentales son tales que
resulta inevitable. Lamentablemente, la directora Niki C aro (cuyo trabajo más
relevante hasta la fecha es En tierra de
hombres, con Charlize Theron) no tiene el acierto estético del antaño Rey
midas de Hollywood y su película se centra más en la historia que en el fondo.
Esto deriva en una narración bien explicada, con las consecuentes elipsis (no
es necesario volver a explicar que es La
noche de los cristales rotos y cosas así), pero más cercana al telefilm que
al cine de gran formato.
Aunque
no hay nada en el guion que justifique la importancia de Antionina por encima
de su marido (más allá de servir de seductora distracción al nazi odioso de
turno, en este caso encarnado por Daniel Brühl), Jessica Chastain es el motor
alrededor de quien todo gira. Y aunque la actriz está correcta (resulta difícil
que esta mujer haga algún papel mal) no brilla lo suficiente como para levantar
la película por sí sola, tal y como sí lo hacía en la coetánea El caso Sloane.
Además,
aparte de dar a conocer la figura de este valiente matrimonio que arriesgó sus
propias vidas por salvar a un sinfín de desconocidos, no hay ningún aporte
histórico relevante, nada que no hayamos visto ya mil veces en pantalla. He
comentado al principio que es importante recordar los errores del pasado (y
pocos hay tan terribles como el dominio del fascismo nazi) para tratar de
evitarlos, pero ver las mismas escenas una y mil veces tampoco es el mejor
camino. Al final, la repetición provoca la insensibilidad, y eso de los judíos sacados
a la fuerza de sus casas y oprimidos en un gueto perdiendo todas sus posesiones
y hasta su propia identidad es algo que el cine nos ha mostrado ya tantas veces
que se debe exigir algo más de brío y fuerza visual para no caer en la rutina y
el contemplacionismo. Nada que ver, por poner otro ejemplo, las escenas de esta
película con la que se mostraban en El Pianista
de Polanski, otra obra maestra del género. Parecía que la excusa del zoo iba a
servir como metáfora sobre la “humanidad” que demuestran los animales en contra
de la crueldad despiadada de los verdaderos humanos, pero al final todo queda
demasiado diluido.
A
la postre, La casa de la esperanza es
una película bienintencionada, quizá incluso algo edulcorada para lo que se debió
vivir realmente, que sirve como recordatorio de una época y para dar a conocer
a otros héroes que desde la clandestinidad ayudaron a salvar muchas vidas. Pero
poco más. La puesta en escena es correcta pero sin alardes y muchos momentos
del metraje rozan el aburrimiento, quizá porque las más de dos horas de
película pueden ser excesivas para lo que se está explicando.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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