En
alguna ocasión he hablado del problema de que un exceso de hype puede provocar que una película llega a decepcionar. Y aunque
no sea exactamente ese el caso de Carlitos
y Snoopy, se le acerca bastante.
Y
es que son tantas las maravillas que había oído de esta película, con
comentarios que la acercaban a la perfección, que no puede evitar al verla
sentirme descolocado, como si la cosa no fuese conmigo. Y eso casi hace que me
aburra y pierda el interés de una propuesta que, sin ser tan gloriosa como me
habían prometido, no está nada mal.
Quizá
el problema radique en que nunca haya sido un gran seguidor de la tira cómica,
sintiéndome mucho más atraído a la figura de Mafalda o a la de Calvin &
Hobbes. Snoopy es para mí, más que un personaje, un icono, y el no conocer de
antemano a los personajes de la película (sobre todo a los secundarios) provoca
un cierto distanciamiento con los mismos.
No
obstante, y mediante una animación en3D combinada con elementos de 2D (como las
bocas o los ojos), que distancian al principio pero resultan entrañables una
vez se acostumbra uno al experimento, la película es tierna y divertida,
increíblemente respetuosa con la obra de Schulz, creando una historia novedosa
a partir de la llegada al vecindario de una nueva niña que revolucionará el
mundo de Carlitos y sus amigos, pero sin dejar de homenajear al personaje
impreso con subtramas como la hilarante confrontación entre Snoopy y el Barón
Rojo, los problemas de Carlitos para conseguir volar una cometa o las
diferentes personalidades de los miembros e esa pandilla que se conoce (muy a
pesar del autor) como Peanuts. Y no falta tampoco, por supuesto, la presencia muda pero impagable de Woodstrock, el pájaro.
Sin
un guion demasiado complejo pero muy autoreferencial (Steve Martino, el
director, aprovecha la mínima excusa para plasmar una imagen en blanco y negro
que evoca directamente a la tira de prensa), Carlitos y Snoopy es una disfrutable
cinta infantil que funciona perfectamente como comedia para todos los públicos,
sin ahondar quizá en la intelectualidad que buscaba Schulz en sus tiras pero
con un poderío visual muy destacable.
Surrealista
y desmadrada a partes iguales, Carlitos y Snoopy lo tiene todo para ser la
película familiar de estas Navidades, aunque cuenta con el lastre de que en
España el personaje no pegó tan fuerte como en el resto del mundo y quizá a
muchos les suceda como a mí, que identifiquen a este simpático Beagle más como
una pegatina o personaje de camiseta que como a una figura cinematográfica.
No
encuentro que sea la obra de arte que me prometieron, pero sí un pasatiempo muy
recomendable y una buena inversión para pasar una bonita tarde con los más
pequeños. Al fin de cuentas, tiene la suficiente magia como para invitarnos a
soñar, lo que no es poco…
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