Se
ha demostrado. Esa es, a mi modo de ver, la principal conclusión de este año
extraordinario que está a punto de concluir. No todo han sido éxitos, desde
luego, y algunas películas se han pegado un batacazo considerable (de eso hablaremos
en unos días, cuando hagamos el balance del 2016), pero está claro que ha
habido suficientes pelotazos como para demostrar que el sector no está en
crisis y que eso de que la gente no va al cine porque es muy caro es una
milonga. Otra cosa es que no siempre la oferta sea la mejor y que algunos (exhibidores
y distribuidoras) no ayuden demasiado.
Recuerdo,
por ejemplo, que cuando se estrenó 50
sombras de Grey parecía que iba a batir records difíciles de superar. Pero
a los cuatro días nos encontramos con la primera sorpresa del año: Fast & Furious 7 y todo el mundo lo
flipó. No fue tan sorprendente el éxito de Vengadores:
la era de Ultrón pero algo sí que nos cogió a pie cambiado las ganas de
volver a ver dinosaurios en pantalla grande que demostró la taquilla de Jurassic World. No ha ido mal la cosa
con Spectre y 8 apellidos catalanes lo ha vuelto a petar. Y no hay tiempo ni
espacio suficiente apra repasar todos los records a nivel mundial que está
pulverizando Star Wars: El despertar de
la Fuerza. Ni siquiera la denostada Regresión
ha hecho un mal papel.
Además,
la fiesta del cine ha vuelto a ser un éxito monumental. La gente tiene ganas de
cine y está dispuesta a pagarlo, está claro. Pero eso no significa que se pueda
permitir que se abuse de ello.
Ya
he hablado anteriormente de las prácticas casi mafiosas de la distribuidora
Warner, que boicotea todas las promociones que los cines han propuestos en los últimos
años para conseguir precios más reducidos, pero es que ahora resulta que
tenemos el enemigo en casa y la propia cadena Cinesa se ha apuntado al callo de
las tomaduras de pelo y en una práctica insólita (y casi diría que amoral,
porque ilegal, por lo visto, o lo es) se ha inventado el concepto de Películas
Premium. ¿De qué va esto? De coger las películas más esperadas del momento
(todo empezó con Regresión, creo recordad), ponerles la etiqueta de película
Premium y, por el morro, cobrar un euro más cara la entrada durante las dos
primeras semanas de exhibición. Así, sin
más. En las mismas salas y en las mismas condiciones. ¿Qué tiene eso de Premium,
aparte de por el sableo descarado?
Ver
para creer.
Otras
cadenas, aprovechando el buen momento, han subido ligeramente el precio del día
del espectador (de cuatro euros a cuatro con noventa, en algunos casos), pero
al menos a cambio han aumentado los días con descuento, llegando en algunos
casos a ser desde el lunes hasta el jueves, festivos excluidos.
Hay
que tener cuidado con estas cosas, si no queremos que los buenos tiempos pasen
con una fugacidad extrema. Al fin y al cabo, ya avisábamos a finales del año
pasado que este 2016 era un año cargado de blockbusters, y eso no se va a
repetir tan fácilmente.
Encima,
noticias como los fraudes de algunos sectores del cine español que manipulaban
datos para cobrar subvenciones por películas infumables y que no interesaban a
nadie no ayuda demasiado a despejar el panorama.
Espero
que, al menos, estos resultados temporales ayuden a demostrar que hay no todo
es piratería en este país (y lo bien que ha aterrizado Netflix en España es
buena prueba de ello) y que lo único que se necesita es un poco de buena
voluntad por ambas partes para lograr un buen funcionamiento.
Al
fin y al cabo, el cine es espectáculo. Y todo el mundo sabe dónde debe
disfrutarse el verdadero espectáculo. ¿Por qué creen que ya no se televisan,
como antaño, funciones de teatro o espectáculos de circo?
En
fin, que por unos días vamos a intentar dejarnos de polémicas y disfrutar de
unas fiestas de cine. Feliz Navidad a todos y felices películas.
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