lunes, 21 de diciembre de 2015

SUFRAGISTAS (5d10)

Sufragistas cuentan un episodio de nuestra historia relativamente actual que no ha sido muy frecuentado en el cine: la lucha de la Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino (NUWSS) por defender los derechos de las mujeres en la Gran Bretaña de principios del siglo XX, siendo el derecho al voto una de sus principales reivindicaciones. Solo por ello, la historia ya merece un cierto interés.
Fue Emmeline Pankhurst una de las principales cabezas visibles de las Sufragistas, principalmente como fuente inspiradora de las mujeres de clase obrera que se rebelaron contra la sociedad mediante actos cada vez más agresivos, aunque en la película, interpretada por Meryl Streep, apenas aparece en escena unos pocos minutos (y empiezo a cansarme ya de esas aportaciones de la Streep convertidas en simples cameos que el cartel promocional convierte en protagonista). Otra mujer clave en la resolución final (no creo que nadie me acuse de hacer un spoiler si digo que actualmente las mujeres pueden votar en Gran Bretaña) fue Emily Wilding Davison, a la que da vida Natalie Press, un personaje de gran relevancia en el tercer acto de la misma pero que permanecía como aparente secundario en gran parte del metraje. Y es que la directora Sarah Gavron y la guionista Abi Morgan han preferido inventarse a unos personajes (principalmente Maud Watts y Edith Ellyn, que si bien están ligeramente inspirados en personajes auténticos no son más que dramatizaciones imaginadas) para dar forma de drama a uno de los muchos grupos de lucha en favor a la igualdad que se produjeron en esa época. Y ese es el principal error de la película.
Con una narración anodina y carente de ritmo, con más semejanzas al melodrama televisivo que a la historia de pasión y superación cinematográfica a la que aspira, Sufragistas es un relato terriblemente plano, incapaz de emocionar pese a  que tiene multitud de secuencias que invitan a ello ni donde sus dos protagonistas femeninas (Carey Mulligan y Helena  Bonham Carter) consiguen transmitir lo necesario para creer en su lucha ni ideales.
Al menos el gran Brendan Gleeson (cuyo hijo está arrasando en taquilla –también como secundario, eso sí- con Star Wars, película que va a hacer que esta Sufragistas caigan en el olvido en cuestión de días) cumple con sus silencios cargados de significado y miradas turbadoras, mientras que cierra el casting un  Ben Whishaw que por más que desde El perfume no ha logrado un papel de relevancia por lo menos es capaz de colarse en todo tipo de producción, consiguiendo en la actualidad (gracias a Spectre y En el corazón del mar) tener tres películas en cartel.
Por cierto, y solo a modo anecdótico: el título original es Suffragette, ya que en la historia de la lucha por los derechos de la mujer hubo dos grupos ligeramente diferenciados por su manera de enfocar las cosas: las sufragistas, bastante más moderadas,  y las sufragetes, claramente contundentes y bastante más activas. Está claro que quien tradujo el título al español no conocía este dato.
Por consiguiente, película decepcionante y muy aburrida, para nada a la altura de la importancia de lo que relata, que probablemente no merecería siquiera el aprobado de no ser por la necesidad de conocer la realidad de esas mujeres consideradas inferiores a los hombres y el primer paso que dieron hacia la igualdad, por más que sea una realidad maquillada.

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