Producida
por la misma gente que dio pie a El cielo
existe (y cuya línea argumental parece indudablemente definida), resulta
increíble que este melodrama que bien podría haber sido poco más que televisivo
llegue a las carteleras de nuestro país cuando tantos títulos quedan en el
tintero o se estrenas casi de tapadillo.
Con
semejante título, y el inevitable aviso de que todo lo que se explica en el
film es real, no hay duda de por dónde van los tiros. No considero, sin
embargo, que una película de clara tendencia a apoyar una ideología religiosa
sea un impedimento para su disfrute. Muchos vieron grandes virtudes en el film
de Bertolucci Pequeño Buda sin
necesidad de comulgar con el budismo, pero el problema de Los milagros del cielo es que es una película tan intencionadamente
manipuladora y excesiva que casi roza la pornografía sentimental.
Más
allá de las creencias respetables de cada uno y de la credibilidad que se le
pueda conceder a los hechos narrados, todo lo que la directora Patricia Riggen,
quien el año pasado dirigió, entre otros, a Antonio Banderas y Mario Casas en Los 33 (título que, por el contrario, no
tiene siquiera fecha de estreno en España), plasma en esta película es una manipulación
descarada en una historia donde no parece existir nada más que la religión y la
Fe. Y no estoy criticando esta película por pretender hablar sobre la
existencia de Dios, ni mucho menos. La critico por ignorar todo lo demás. Los
problemas de dinero, la aparente crisis matrimonial, las inquietudes de las
niñas, el buen funcionamiento o no de la clínica veterinaria… todo es obviado
para centrar los focos únicamente en la figura maternal de Jennifer
Gardner y la enfermedad incurable de su
hija.
Independientemente
de si esta película va a ayudar a alguien a creer en algo o no (supongo que eso
dependerá de lo preconcebido que uno vaya al cine) no cabe duda que si lo que
se quiere es llorar es el título adecuado. Y ahí es donde me rebelo ante una
falta de sutileza tan descarada y un regocijo en el sufrimiento tan pueril que
roza la indignación. Aunque reconozco que, por otro lado, me descoloca el
momento humorístico protagonizado por Queen Latifah, totalmente fuera de tono
con el resto del film, como si la directora hubiese conseguido colar algo de
cine de verdad en un momento de despiste de los productores.
En
fin, tampoco hay que regodearse tanto en las flaquezas de este telefilm
inflado. Al fin y al cabo, tampoco pretende engañar a nadie, y quien acuda a
verlo sabrá exactamente con lo que se va a encontrar. Eso sí, vayan bien
provistos de kleenex.
Valoración:
Cuatro sobre diez.
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