Más
allá de las comedias más o menos correctas o el costumbrismo que ha
caracterizado nuestro cine, desde los lejanos años de Berlanga hasta el Almodóvar
actual, el despegue de calidad (o por lo menos de reconocimiento en taquilla,
de manera generalizada) ha venido mediante apuestas por un cine de estilo
cortado por un patrón específico.
Si
hasta hace poco parecía que lo que caracterizaba al cine español moderno eran
las películas de género, esa forma tan simplista de englobar al suspense, al
fantástico y al terror, donde
proliferaron autores como Alejandro Amenábar, Jaume Balagueró, J.A. Bayona o
Paco Plaza, ahora es tiempo para los thrillers de corte policiaco. En los últimos
meses se han reivindicado nombres como Alberto Rodríguez (La Isla Mínima), Daniel Monzón (Celda
211, El Niño) o enrique Urbizu (No habrá paz para los malvados), y sólo
en lo que llevamos de año se han estrenado con éxito obras como El desconocido (Dani de la Torre) o Cien años de perdón (Daniel Calpalsoro).
Kike
Maillo es un director que podría estar en la lista de los primeros merced a su
debut en el largometraje con EVA, aquella
fábula futurista con robots demasiado humanos, pero salta definitivamente al
segundo con su nueva película, protagonizada por los dos actores más
taquilleros del panorama nacional: Mario Casas (le pese a quien le pese) y Luis
Tosar (que interviene, curiosamente, en la mayoría de las películas antes
mencionadas).
Toro cuenta la historia de dos hermanos (Casas y Tosar) fieles retratos del
perdedor de bajos fondos, simples delincuentes de poca monta a merced de Romano,
un “padrino” brillantemente interpretado
por José Sacristán (actor que vive una segunda juventud gracias a su apuesta
por los jóvenes valores, lo que le ha permitido aparecer en títulos como la
imprescindible Magical Girl de Carlos
Vermut o la más floja Vulcania de
José Skaf).
Cuando uno de ellos, apodado Toro, el preferido de Romano, decide
retirarse para vivir una vida de legalidad, un último trapicheo se tuerce,
provocando la muerte delm tercero de los hermanos. Toro cumple condena en la
cárcel pero cuando logra la condicional, convertido en un hombre nuevo,
descubre que no es fácil huir de los fantasmas del pasado.
Ambientada
en Torremolinos y sus alrededores, Toro
es una intensa historia de redención y segundas oportunidades, muy sórdida en
algunos momentos, cuyas evidentes debilidades de un guion algo tramposo y facilón
se compensan con los recursos visuales de Maillo, que lejos de limitarse a
poner la cámara para plasmar la historian y punto exige un protagonismo para sí
mismo en forma de planos líricos y juegos de luz que ayudan, junto a las tres
interpretaciones principales, a aumentar el nivel de la película y que se
intuye desde los mismos títulos de crédito, en los que se refleja algo del
estilo de Fincher.
Apenas
acabamos de inaugurar el segundo trimestre del 2016 y ya parece que estamos ante
otro año glorioso para nuestro cine, con apuestas descaradamente arriesgadas
como esta que, rápidamente, se va a posicionar como uno de los títulos más
interesantes de la cartelera actual, junto a la Kiki de Paco León.
Después,
claro está, saldrá el espabilado de turno diciendo que el cine español es una
mierda y que todas las películas son iguales. Pero allá cada uno con su ceguera…
Valoración:
Siete sobre diez.
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