Hace
un par de entradas he comentado el estreno de Las Crónicas de Blancanieves: El Cazador y la Reina del Hielo, que
era una secuela de una película de hace unos años que coincidió en su fecha de
estreno con otra de igual argumento.
Exactamente lo mismo sucede en el caso del
otro estreno “blockbuster” de esta semana, Objetivo:Londres, secuela de Objetivo: la Casa Blanca que en 2013 compitió en taquilla contra Asalto al poder, ese film de Roland Emmerich de inferior calidad
pero más espectacularidad. Con Babak Najafi sustituyendo a los mandos a Antoine
Fuqua, Objetivo: Londres parece
querer emular a esa Asalto al poder
aumentando la dosis de espectacularidad de su predecesora pero bajando algo el
listón artístico.
Con
Gerard Butler de nuevo como el tipo duro que salva la situación y Aaron Eckhart
en el papel de Presidente de los Estados Unidos la acción se traslada esta vez
a la capital británica, donde el inesperado fallecimiento del Primer Ministro
convoca a los principales mandatarios del mundo para un funeral que es un
verdadero quebradero de cabeza para los respectivos cuerpos de seguridad.
De
nuevo cualquier trasfondo reflexivo se deja de lado (hay alguna insinuación
sobre la posibilidad de que los propios gobiernos sean los culpables de sus
males, pero se deshecha de inmediato), incluyendo el aspecto sentimental (en
eso Emmerich solía ser más cuidadoso), obviando al momento las muertes más
dolorosas en pos a que todo conduzca a un final feliz. Es esta una película de
explosiones, con la destrucción de los principales monumentos nacionales y que
si bien no aporta nada novedoso (visualmente hablando) a las destrucciones ya
perpetradas por el mencionado Emmerich o Michael Bay (el otro maestro de la
destrucción) sí añade un elemento de angustia y terror (que no han sabido
potencial, por cierto) al ver que la tragedia no viene de la mano de monstruos
mutantes o alienígenas, sino algo tan real y tangible como el terrorismo. Aun
así, pese a que los acontecimientos del 11-S cambiaron nuestra manera de ver
las amenazas terroristas, tiene todo en esta película un velo de
inverosimilitud demasiado evidente, sin que en
ningún momento se esfuercen en pretender que nos creamos la historia
merced de un plan de ejecución por parte de los malos tan complejo como
imposible. Por ello, el camino más fácil de evitar el ridículo sea pasar totalmente
de cualquier tipo de explicación y que nunca nos entremos de cómo consiguen la
mayoría de los objetivos.
Recuerdo
cuando se estrenó la primera película que sus defensores (yo entre ellos) la
definieron como La Jungla de Cristal 5
(y es que la verdadera Jungla de Cristal
5, esa cosa llamada Un buen día para morir, nunca existió para sus fans), y Mike Banning (el personaje encarnado
por Butler) recogía el testigo de John McClaine. Sin embargo, son tiempos
difíciles, y el McClaine de Bruces Willis parecería una hermanita de la caridad
al lado de Banning. Ya estamos acostumbrados a los héroes oscuros y vengativos,
con los personajes de Liam Neeson a la cabeza y en una generación en la que
Superman y Batman matan, pero Banning está un poco pasado de rosca.
Más allá de
la posible implicación por su sentido del deber y su amistad personal con el
Presidente, esta no es una historia de venganza, sino de supervivencia, pero la
manera de actuar de Banning parecen un acto de venganza hacia todo el mundo
islámico, por más que por motivos de corrección política se disfrace a los
terroristas de traficantes de armas sin claros trasfondos políticos o
religiosos más allá del dinero (aunque por el otro bando, la película rezuma patriotismo
americano hasta límites insospechados).
En un momento de la trama Banning retiene
a un enemigo y lo tortura con sadismo para que el hermano de este oiga sus
gritos de agonía. Entonces, el Presidente le pregunta: “¿Es realmente
necesario?” y Banning, imperturbable, responde: “No”. Y todo el cine se parte
de risa. Este es un resumen perfecto del tipo de película que tenemos entre
manos, en la que los tipos buenos ya no lo son tantos y el ojo por ojo está a
la orden del día. Todo vale si es para defender nuestra bandera y el honor y
los valores son ya cosa de otro tiempo.
Y
no sé qué es peor, que la película presuma de esa violencia gratuita sin
complejos, o que el público disfrutemos de ello, riéndonos del dolor ajeno y de
la crueldad de un protagonista que en ningún momento tiene los matices ni
motivaciones que podría tener el Mel Gibson de Rescate o el mencionado Neeson en la saga Venganza.
Tenemos,
pues, un producto de puro disfrute, con acción a borbotones, violento y
espectacular, algo plano en su dirección pero con una escena en concreto
bastante llamativa, un largo asalto a un edificio que demuestra que hoy en día
eso de hacer interminables planos secuencia (con trampa, pero bueno) no es ya
demasiado meritorio (¿te enteras, Iñárritu?) y que tiene un simpático aroma a
videojuego totalmente intencionado.
No
está a la altura de la primera ni será considerada como La Jungla de Cristal 6, pero tampoco me importaría, con lo de moda
que están ahora los crossovers o Universos Compartidos, que algún día este
Banning se cruzase en su camino con el bueno de McClaine.
Valoración:
Seis sobre diez.
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