Steve
Tilston es un cantante de folk británico que pese a no haber conseguido un gran
éxito internacional goza de cierta popularidad y prestigio dentro de su
círculo. Con más de cuarenta años de carrera a sus espaldas en 2005 descubrió
que apenas grabar su primer disco, tras una entrevista en la que confesaba su
temor porque una hipotética vida de fama y dinero perjudicara a su música, el
mismísimo John Lennon le había escrito una carta ofreciéndole consejo y ayuda;
una carta que él nunca recibió hasta muchos años después y que podría haberle
cambiado la vida.
Siguiendo
esta curiosa anécdota real, el guionista Dan Fogelman, especialista en títulos
de dibujos animados pero también autor de la estupenda Crazy, stupid, love y de la divertida Plan en Las Vegas, debuta en la dirección con Nunca es tarde (Danny Collins), donde cuenta la
historia de un veterano rockero que, tras una vida de fama y excesos, recibe la carta que Lennon le escribió hace
décadas y decide replantearse toda su vida.
Condenado
a giras en las que no hace más que repetir éxitos del pasado y a vivir de
discos recopilatorios, Collins es el arquetípico artista conservado en alcohol
y drogas, con varios divorcios en su haber y un hijo al que nunca ha conocido. Nunca es tarde es, pues, una comedia dramática
de sabor agridulce pero siempre amable sobre las oportunidades perdidas y el
duro camino hacia la redención, un camino en el que es difícil no tropezar con
las mismas piedras de siempre.
Fogelman
apuestas para su estreno como director por una película sencilla y humilde, no
demasiado arriesgada, pero muy efectiva. Escrita por él mismo, tiene sus
mejores cualidades literarias en los diálogos entre Collins y su manager (a la
vez que mejor amigo) o en la relación del artista con la directora del hotel en
el que se aloja durante su desesperado intento de renacimiento. Claro que para
ello el director tiene varios ases bajo la manga. Tres, en concreto, en forma
de grandes actores. Al Pacino, en ocasiones muy acomodado y en otras algo
excesivo, está aquí perfecto en la piel de la estrella que se encuentra ya de
vueltas de todo y solo quiere recuperar el tiempo perdido, Christopher Plummer
interpreta a su amigo, esa versión sabia de Pepito Grillo que tan bien funciona
en este tipo de películas, y Annette Bening es el objeto romántico del film,
una mujer de carácter totalmente opuesta a las groupies a las que Collins está
acostumbrado. Tres grandes veteranos que desbordan talento en un reparto que
completan, con eficacia, Bobby Cannavale y Jennifer Garner como el hijo y la
nuera por los que nunca había interesado el rockero hasta ahora.
Fogelman
no persigue grandes alardes en su salto a la dirección, solo contar una
historia sencilla de la manera más efectiva posible. Y lo consigue de sobras,
logrando una empatía con todos los protagonistas más allá de lo excesivamente
amable que en ocasiones pueda parecer con ellos.
Valoración:
Siete sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario