Una
de los puntos de partida más llamativos a la hora de crear una historia es la
reconstrucción de un héroe. El mundo del cine ha dado héroes de todo tipo: libertadores
enfrentados a su propio país, como el Newton Knight de Los hombres libres de Jones, médicos que salvan vidas en tiempo de
guerra, como el Desmond Doss de Hasta el último hombre, o simples pilotos de avión que se limitan a hacer su trabajo
lo mejor posible como Chesley Sullenberger en Sully.
A
su manera, el mundo del deporte también ha dado héroes de todo tipo, siendo
posiblemente Jesse Owens (cuya última adaptación a su vida fue en El héroe de Berlín) uno de los más
populares.
Sin
embargo, en ocasiones, las hazañas no pueden medirse por su grandeza, y un ser
casi anónimo puede convertirse en un héroe incluso siendo el peor de su
categoría. Algo así sucedió con Eddie Edwars, un chaval británico sin ninguna
aptitud para el deporte que se empecinó en participar en unos Juegos Olímpicos
logrando su sueño en la modalidad de salto de esquí.
La
cosa tiene truco, por supuesto. Gran Bretaña no tenía equipo olímpico de salto
y, pese a las tramas que le pusieron (era considerado, quizá de forma merecida,
poco más que un payaso), los requisitos para clasificarse eran tan mínimos que
logró cumplir su sueño. No solo eso, sino que siendo incluso el peor saltador
consiguió dos record para su país y, sobre todo, el cariño y la aclamación
popular.
Eddie el águila, la adaptación al cine de este héroe improbable y
estrafalario corre a cargo de Dexter Fletcher (director de la simpática Amanece en Edimburgo), que hace un trabajo correcto
pero que no va más allá de lo funcional. Quien parece estar realmente tras el
corazón de la película es Matthew Vaughn (viejo amiguete de Fletcher, pues contó con él como actor en Stardust y Kick-Ass), quien además de producir se ha traído
para protagonizarla a la estrella de su película Kingsman, un Taron Egerton qaue está realmente brillante.
Egerton
es, posiblemente, el alma de la película, el que hace que funcione tan bien y
sea posible encariñarse con un tipo que, visto de otra manera, pudiera resultar
patético. De hecho, sus primeras escenas, las más histriónicas de la película,
invitan a sospechar que su interpretación (reforzada en una notable
caracterización) pudieran caer hacia el esperpento, pero el joven actor
consigue superar las trabas iniciales y componer un personaje tierno, sensible
y capaz de calar en nuestros corazones.
Consciente
de sus limitaciones históricas, la película no pretende en ningún momento ser
un drama épico como cualquiera de los ejemplos más arriba mencionados, sino que
apuesta claramente por la comedia ligera, haciéndonos conocer las desgracias de
Eddie con una sonrisa y pudiendo empatizar con él más fácilmente,
emocionándonos con sus avances sin importar que sepamos de antemano el
resultado final.
Quizá
una pieza clave para que todo funcione es la invención de un entrenador que
nunca existió en la vida real al que interpreta magníficamente Hugh Jackman.
Jackman aporta el toque de socarronería y gamberrismo necesario para contrastar
con el optimismo exagerado de Eddie y permite que se desarrolle una historia secundaria
de redención que no se molesta para nada con la principal y aporta su granito
de arena a que todo cuadre a la perfección.
Después
de que la película pasara fugazmente por las carteleras, casi de tapadillo, el
VOD es una magnífica oportunidad para recuperarla y conocer un poco mejor a
este patán con de buen corazón y ambiciones claras que da sentido a la popular
cita de que “lo importante es participar, no ganar”.
Valoración:
Siete sobre diez.
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