Tras
unos años de relativa oscuridad Disney parecía haber resurgido de sus cenizas
en lo que a cine de animación respecta. Frozen,
Big Hero 6 y Zootrópolis fueron tres éxitos consecutivos que ponían el listón
muy alto, con lo que las expectativas ante su nuevo producto resultaban muy atractivas,
más si tenemos en cuenta que hablamos de retornar a un género mucho más clásico
que el que proponían las dos últimas películas mencionadas.
Ese
es el primer desafío de Vaiana (el
polémico cambio de nombre respecto al Moana
original se debe a un tema de derechos), que pretende recuperar el aroma de las
películas de princesas Disney pero sin encastrarse en el pasado ni echar por
tierra lo conseguido en la maravillosa Frozen.
Allí, las princesas protagonistas tenían unos dramas personales muy por encima
del típico malentendido con su Príncipe Azul, y aunque había algo de romance se
apostaba por un amor diferente, el fraternal (en ese caso entre dos hermanas)
por encima del carnal. En ese sentido Disney continua por el buen camino y
renuncia a cualquier posibilidad de plantear una subtrama romántica para la
Vaiana protagonista, a la vez que su condición de princesa (“hija del jefe”, se
empeña en corregir constantemente la chiquilla) es más un motor de arranque
para la acción que una condición como tal.
Apostando
de nuevo por el musical (aunque en ese sentido sí está bastante por debajo de Frozen), Vaiana cuenta la historia de una isla de la Polinesia que ha
olvidado su pasado como navegantes, aunque la hija del jefe siente una
atracción irresistible por el mar que la hará embarcarse en una peligrosa
aventura cuando los recursos naturales del paradisíaco lugar parecen agotarse drásticamente.
Tomando pinceladas de la mitología polinésica, Vaiana deberá hacer equipo con el
semidios Maui para devolver el corazón robado a la diosa de la Creación, la
Isla Madre.
Vaiana es una gran película de aventuras con acertadísimos toques de humor y
mucha ironía. Cierto es que una vez deslumbrados por la originalidad del
planteamiento y de la vuelta de tuerca que se da a la mitología maorí, lo
cierto es que la historia resultante termina siendo bastante plana, sin nada
que destaque demasiado y con un trasfondo demasiado tópico: es una película de
aprendizaje, donde se defienden los valores de la lealtad y la amistad y bla,
bla, bla…
Sin
embargo, por encima de ello, nos encontramos con una nueva maravilla visual,
una completa delicia que supera todo lo visto hasta ahora consiguiendo poner
los límites del perfeccionismo a alturas insospechadas. El entorno, los
paisajes, el mar… todo es perfecto, hermoso e hipnótico, superando incluso lo
conseguido por Pixar con El viaje de Arlo,
pero es que además la expresividad de los personajes es impecable. Recuerdo en
los tiempos de Toy Story cuando
alucinaba con esos primeros pasos de la animación por ordenador donde se
evitaba en la medida de lo posible la aparición de personajes de carne y hueso
por la dificultad de insuflarles vida. Todo eso está totalmente superado y
Vaiana (que por momentos me recuerda a una versión polinésica de la Daenerys
Targaryen de Juego de Tronos) tiene
una expresividad que amenaza con superar a la de muchos actores reales. Y eso
que no he podido disfrutar de las voces originales de Auli'i Cravalho y Dwayne Johnson,
que dicen que son impagables.
Ron
Clements y Don Hall, los directores, viejos conocidos de la casa (suya es, sin
ir más lejos, La Sirenita) se
enfrentaban al difícil reto de estrenarse en la animación digital, por más que
no han dejado de lado el trabajo tradicional (representado en los divertidos
tatuajes de Maui) y lo han superado con creces. La combinación de drama y
humor, de aventuras y canciones y de personajes estrambóticos con otros
aterradores (el demonio final parece un personaje de película de terror) está
medida a la perfección, y aunque el argumento carezca de la inteligencia y la
profundidad de Zootróplis o Del revés (esta es una película más
infantil) sin duda hará las delicias de todo tipo de espectador.
Valoración:
ocho sobre diez.
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