Roberto
Bubas, más conocido como Berto, es un guardafauna de la Patagonia Argentina que
se hizo célebre por su trabajo de investigación sobre las orcas por las que
mantiene una lucha activista por su defensa y protección. Además de aparecer en
diversos documentales en los que aparece nadando y comunicándose con tan
impresionantes animales, ha escrito también un libro inspirado en su
conmovedora relación con un niño autista cuya vida cambió gracias a su contacto
con dichas orcas.
En
esta novela es en la que se ha basado el cordobés Gerardo Olivares para dar
forma a la película El faro de las orcas,
una mezcla entre drama maternofilial, historia de amor y documental naturalista.
Con Maribel Verdú y Joaquín furriel como cabeza de cartel, pero sin olvidar el
destacable trabajo del niño Joaquín Rapalini o la presencia de Ana Calentano,
la película funciona mejor como oda a la naturaleza, mostrando su crueldad y
hermosura a la vez (no en vano Olivares se inició como documentalista) que como
drama personal, posiblemente por culpa de que, ya sea más o menos real lo que
se cuenta, uno puede ir adivinando lo que va a pasar en todo momento. Quizá por
culpa de esa ausencia de sorpresa o por lo planos que resultan los personajes,
demasiado arquetípicos y esquematizados, que la parte central de la película se
me antoja algo pesada, solo siendo capaz de remontar en sus instantes finales,
cuando Olivares pone toda la carne en el asador y apunta directamente al
corazón.
Independientemente
de cómo funcione la impostada historia de amor, estamos de nuevo ante una
excelente interpretación de Maribel Verdú, que es quien lleva el peso dramático
de la película por más que el guion quiera destacar a Berto por encima de ella.
La propia actriz ha confesado que con esta historia es con la que más ha
llorado de todas las que ha filmado, y posiblemente cualquier madre pueda
entender sus palabras, pero algo no termina de funcionar en la conexión entre
los dos personajes.
Eso
sí, conviene destacar a los paisajes argentinos, hermosos acantilados al final
de tierras áridas e inhóspitas, como un personaje más de la historia, así como
a las propias orcas, cuyo uso de animatronics y retoques digitales no
desentonan en absoluto.
En
resumen, un drama con tintes optimistas que emociona en algunos momentos pero
que no termina de convencer.
Valoración:
Seis sobre diez.
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